Home Nuestra Palabra Dr. Jesús Ignacio Panedas Galindo ¡Dios, qué buen vassallo si oviesse buen señor!

¡Dios, qué buen vassallo si oviesse buen señor!

¡Dios, qué buen vassallo si oviesse buen señor!

EL FARO

Durante estas dos semanas pasadas hemos asistido a la distancia a la trama, casi de novela negra, de Messi. Este tiempo ha correspondido al desenlace del argumento. Los fundamentos se pusieron varios años atrás y han dado como resultado su fichaje por un equipo francés.

Parecía que el entendimiento del jugador con la directiva no iba por buen camino. El año pasado el argentino envió un documento oficial de comunicación en el que manifestaba su intención de abandonar el club. Se tuvo que quedar. Este año concluía su contrato. Jugando la Copa América se alzó con la copa y no hubo mayor preocupación por su renovación.

Ya mucho más reciente, su equipo dijo que ya todo estaba acordado y que era un hecho su renovación. El representante del jugador llegó desde Argentina. Las campanas de celebración sonaban con tonos alegres. Pero, como en toda historia interesante, todo fue un espejismo. Casi al mismo tiempo en que se dijo que sí se podía, se confirmó que definitivamente no se podría. Los aparentes antagonistas de los protagonistas aparecieron en escena. El presidente de la liga española no aceptó las condiciones que el club proponía porque tenía otro plan por valor de muchos millones de euros. Estos planes no interesaban ni al club en cuestión ni a su rival histórico. Los presidentes de ambos clubes se reunieron para negociar sus cosas contra la liga y la UEFA, organización secreta de ámbitos internacionales que mueve los hilos del fútbol internacionalmente.

Mientras este torbellino de fuerzas rodeaba la negociación principal, se emitió comunicado de que ya nada tenía remedio. A pesar de todos los diálogos, disposiciones, intentos, intereses… no se pudo. La siguiente escena es el jugador llorando como una magdalena sintiendo separarse del club que lo acogió de niño. Se había rebajado el sueldo a la mitad, sacrificio supremo, pero no había sido suficiente. Nada más le habían pedido.

El final de la historia nos ubica en la ciudad de la Luz recibiendo al jugador. Las masas manifestaban su ilusión y devoción por el argentino incluso cuando no sabían que iban a tenerlo en su equipo. París bien vale un fichaje, aunque esta es frase de otro episodio. El jugador que lloró desconsolado en la ciudad del Conde, sonreía feliz en la ciudad del Sena. Pero esto no es todo, no se trata de un final feliz inmediato. Ahora habrá que ver si uno de los compañeros franceses jugará en el equipo rival mencionado. Habrá que ver si el argentino se enfrente a su anterior equipo y si gana el conjunto francés o no. La tragedia tiene material para una segunda parte de la historia.

Pero el fútbol es un juego, no una novela. El encabezado de esta columna es una frase literal del Cantar de mío Cid, poema épico del siglo XII-XIII, en donde claramente el bueno es el Cid y el malo el infiel rey que lo obligó a desterrarse. Es probable que en el mundo del fútbol actual no haya ni buenos ni malos, sino choques de intereses, manejo de cantidades inmensas y desproporcionadas de dinero, contratos estratosféricos sobre derechos de televisión. ¿Quedará algo del niño chiquito que jugaba en los campos rosarinos con la única intención de disfrutar del balón y de divertirse con sus amigos? “Poderoso señor es don dinero”. Perdón, esto también es de otro episodio.