(Tomado del documento homónimo publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO)
“Estrés ecológico y modelos económicos insostenibles de producción y consumo.
Se ha dado por sentado durante mucho tiempo que asegurar el crecimiento era el objetivo del desarrollo, basándose en la premisa de que el crecimiento económico tiene efectos positivos que pueden llegar a garantizar un mayor bienestar para todos. Sin embargo, los modelos insostenibles de producción y consumo presentan contradicciones básicas en el modelo predominante de desarrollo centrado en el crecimiento económico.
Debido a un crecimiento sin obstáculos y a la sobreexplotación de las zonas naturales, el cambio climático está dando lugar a un aumento de las catástrofes naturales, que representan un grave peligro para los países pobres. La sostenibilidad ha surgido como preocupación esencial del desarrollo para hacer frente al cambio climático, el deterioro de recursos naturales vitales, como el agua, y la pérdida de la biodiversidad.
En la segunda mitad del siglo XX (1960-2000), el consumo de agua se duplicó, el consumo y la producción de alimentos se multiplicaron por dos y medio, y el consumo de madera se triplicó, todo ello a causa del crecimiento demográfico. La población mundial llegó casi a triplicarse en la segunda mitad del siglo XX, pasando de unos 2500 millones en 1950 a más de 7000 millones en 2013, y se espera que sobrepase los 8000 millones en 2025. Se calcula que en 2030, la demanda de alimentos habrá aumentado como mínimo en 35 %, la de agua en 40 % y la de energía en 50 %.
Por primera vez, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas y, en 2050, vivirán dos tercios de ella, o sea, más de 6000 millones de personas. Se estima que para entonces el 80 % de la población urbana del planeta estará concentrada en ciudades y pueblos del Sur en todo el mundo. El crecimiento de la población urbana mundial, junto con la extensión de los estilos de vida y modelos de consumo y producción de la clase media, tienen un efecto negativo en el medio ambiente y en el cambio climático, y agravan el riesgo de catástrofes naturales en el mundo entero.
Estas conmociones representan una gravísima amenaza para la vida, la subsistencia y la salud pública en todo el planeta. La urbanización mal o escasamente planificada es cada vez más vulnerable a los desastres naturales y las condiciones climáticas extremas. El índice sin precedente de crecimiento urbano es el que determina las tendencias sociales, políticas, culturales y medioambientales del mundo, por lo que una urbanización sostenible es uno de los desafíos más acuciantes a los que ha de hacer frente la comunidad mundial en el siglo XXI.
Estas formas de crecimiento demográfico y urbanización tienen también consecuencias importantes para las asociaciones y los acuerdos institucionales que son necesarios para garantizar las oportunidades de recibir una educación adecuada y flexible, desde una perspectiva del aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Según proyecciones, la proporción de ancianos de la población total se habrá duplicado en 2050, y será mucho mayor la demanda de una educación de adultos más diversificada. Para lograr que el aumento proyectado de la población en edad laboral en África se traduzca en un dividendo demográfico será necesario ofrecer la educación y las oportunidades de aprendizaje adecuadas a lo largo de toda la vida.
Aumento de la riqueza, pero también de la vulnerabilidad y las desigualdades.
Los índices mundiales de pobreza descendieron a la mitad entre 1990 y 2010. Esta reducción de
la pobreza se debe en gran medida a la solidez de los índices de crecimiento económico que se han dado en las economías emergentes, así como en muchos países de África, a pesar de la crisis financiera y económica de 2008. Se prevé que en los quince o veinte próximos años sigan creciendo sustancialmente las clases medias del mundo en desarrollo, y que el crecimiento más rápido se produzca en China y en la India. No obstante, persisten en todo el mundo diferencias muy apreciables, y los índices de pobreza varían considerablemente de una región del mundo a otra.
Un fuerte crecimiento del producto interior bruto (PIB) no siempre genera el nivel de empleo necesario ni el tipo de trabajo deseado. Las oportunidades laborales no aumentan lo suficiente para absorber el incremento de la mano de obra. En 2013, más de 200 millones de personas en el mundo no tenían trabajo, y el desempleo va a seguir aumentando a nivel mundial.
Las regiones más golpeadas por el aumento mundial del desempleo, como Asia oriental, Asia meridional y el África subsahariana, han sufrido también una merma de la calidad del empleo. El empleo precario representa en la actualidad casi la mitad del empleo total y ha contribuido a incrementar el número de trabajadores que viven por debajo o muy cerca del umbral de pobreza. Es mucho más frecuente que las personas con empleo precario carezcan o tengan acceso limitado a la seguridad social o a unos ingresos seguros, que los trabajadores asalariados.
La inexistencia de una protección social básica en la mayoría de países agrava esos problemas y contribuye a aumentar la desigualdad, tanto en la mayor parte de los países del Norte y del Sur como en el interior de todos ellos.
En el último cuarto de siglo se ha producido una concentración aun mayor de riqueza en manos de un número más reducido de personas. La riqueza del mundo se divide así: casi la mitad pertenece al 1 %, y la otra mitad al 99 % restante. Esta desigualdad en los ingresos, que aumenta a gran velocidad, contribuye a fomentar la exclusión social y a socavar la cohesión de las sociedades. En todas ellas, las desigualdades extremas son fuente de tensiones sociales y un catalizador potencial de la inestabilidad política y los conflictos violentos.” (Continuará).
*Rector de la Universidad Tecnológica Bilingüe de Mineral de la Reforma (UTMiR-BIS).