Di sus nombres

0
Di sus nombres

RETRATOS HABLADOS

A todos terminó por espantarnos el mentado virus de hace ya unos cuantos años. Primero lo vimos lejos, pero muy lejos, porque siempre que hablamos de China se antoja otro mundo al que seguramente no iremos cuando menos en esta vida. Por eso ni nosotros, ni las autoridades se preocuparon, porque de aquí a que llegara a territorio patrio ya habría aparecido una vacuna, además que la raza de bronce podía soportar eso y más, sí, como dijera el que ya logró dividir al país entre los que lo idolatran y quienes lo odian, y por lo tanto se desean la muerte lenta y con sufrimiento. La raza de bronce vio morir a miles y miles de los suyos, y la mera verdad no hay hogar donde la Covid-19 no haya asomado sus narices para terror de sus moradores. 

Todos, o casi todos, tuvimos que sumar a la lista de difuntos un pariente, un conocido, alguien que por lo menos conocimos de vista. Es decir que de repente tuvieron rostro, y dejaron de ser cifras que todas las noches se acumulabann en la conferencia de prensa, en los noticiarios, de nuevo en los noticiarios y por supuesto en los artículos de opinión que señalaron culpables, acusaron al que dijo que era prescindible el cubrebocas. En fin, lo de siempre. 

Pero el hecho sustancial en estos momentos, pasado ya un tiempo largo de aquello, es que nos damos cuenta del valor que tuvo la identidad con el nombre, fecha de nacimiento y de fallecimiento; el virus adquirió un sentimiento de horror porque al identificar a una persona con un número es equivalente a desidentificarla, hacerla anónima, incluso quitarle mucho de humanidad. Porque una cifra es invisible, carece de historia, por lo tanto de cariño y amor que toda familia profesa a los suyos. Funcionó, sin embargo, hacer humo las identidades, pero fueron tantos los muertos que resultaba una tarea imposible de continuar.

Sin cadáveres que enterrar o despedir, la tarea funcionó a la perfección, y si eran cenizas mejor, porque se llora y honra al estuche que ocupó el que fue, no polvo de lo que fue.

Tuvieron que pasar tantas cosas que nos despertamos sorprendidos por nuestra capacidad para repetir una y otra vez: no son mis difuntos, no tenían un rostro, no eran nadie, no eran nada.

Pero ya los conocemos y tampoco nos despedimos de ellos, pero estuvieron a nuestro lado, nombraron nuestro nombre, nombramos sus nombres y nos dimos la oportunidad de existir.

Hoy, a tantos meses de las pérdidas que siempre estarán en el alma, repitamos sus nombres, miremos sus rostros, digámosles que los extrañamos, que siempre los vamos a extrañar, porque debemos nuestra creación a su palabra, y ellos a la nuestra.

Y los que aquí seguimos, digamos el nombre de cada una de las personas que amamos de todo corazón, una y otra vez, muchas, muchísimas veces, para que nunca dejen de existir, para que se queden con nosotros hasta ese último día en que escucharemos a ese alguien que repita tu nombre, mi nombre, y por eso sabremos que valió la pena vivir, para vivir en sus memorias y en sus labios.

Mil gracias, hasta el próximo lunes.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

Twitter: @JavierEPeralta