Destrucción

Destrucción

El Faro

Una de las tentaciones más peligrosas de quien accede a un puesto de autoridad es creer que como él no hay dos. Como derivación de esta creencia, se sigue que todo antes de él es anulable y destruible. La continuidad no tiene sentido porque esta autoridad es única e irrepetible.

Frente a esta tentación, el antídoto sería la capacidad de ser crítico. Esta palabra es tan compleja que, para no malentenderla, hay que acompañarla de un adjetivo que la matice. La crítica positiva es la que a partir del análisis y de las razones es capaz de tomar las mejores decisiones. La crítica negativa es la que sin motivos reflexionados simplemente destruye.

En México es sumamente complicado construir estructuras que perduren por encima de las personas. Es también complicado formar profesionales que vayan adquiriendo experiencia en el servicio público para bien de la ciudadanía. Cada tres o cada seis años todo vuelve a comenzar, salen los que ya no están en gracia del gobernante y entran los que se les debe algún favor. Y así una y otra vez, una y otra elección. Sin el menor pudor, se renuevan las estructuras como si ellas no importaran.

La semana pasada, mientras Rosalía se disfrazaba de motomami en el Zócalo, nuestros diputados se dispusieron a jugar al gato y al ratón para aprobar una decena de leyes en una hora, más o menos. Entre ellas desaparecieron el INSABI, que anteriormente había desaparecido al Seguro Popular. Como acto de magia apareció y desapareció. Como acto de magia no se sabe en dónde quedó el dinero, aunque ya no iba a haber corrupción. Y vuelve a comenzar, de nuevo.

Siguiendo el mismo estilo de actuar, se aprobó en el Senado la Ley General de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación. Para ella se habían convocado foros de discusión con la intención de escuchar a todos y de que todos aportaran. Por supuesto, muy poco de lo que se aportó se aceptó. Los políticos remataron la estrategia que habían comenzado desde el año pasado con la Conacyt, con la desaparición de los PNPC, con la limitación de becas a prácticamente solo alumnos de las universidades públicas…

Alumnos de las universidades privadas pasan a ser, por decreto, ciudadanos de segunda, con unos derechos menores que los que tienen los alumnos que estudian en las escuelas públicas. ¿Será que quien paga sus impuestos, estudie en donde estudie, no tiene los mismos derechos que los demás que también lo hacen?

La educación en México vive en estado de ruina. Gobierno tras gobierno, líder sindical tras líder sindical, los fondos no son suficientes, los maestros no son siempre los mejor preparados, los alumnos no disfrutan de las mismas oportunidades, los papás no siempre se preocupan e inmiscuyen en ella. ¿Con esta situación aún nos atrevemos a jugar con las leyes para segregar a una porción del estudiantado, de los profesionales, de las familias?

Las autoridades tienen experiencia en destruir. En este gobierno son expertos. Eso lo hace cualquiera, no hace falta ser ni un genio ni un profeta que del pasado lanza sus ideas brillantes a un futuro imposible. Lo que necesitamos es la creación sensata en compañía con toda la sociedad de estructuras que nos ayuden a mejorar, a vivir más humanamente. ¿INEGI, INAI, INSABI, CONACYT…, y cuántos organismos más desaparecerán? Ya dejemos de jugar y construyamos entre todos las bases de un futuro mejor para todos.