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DESPEDIDA

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DESPEDIDA

Familia Política

En 1977 egresó de las aulas universitarias, la última generación del Plan de Estudios por Anualidades, para obtener la Licenciatura en Derecho. Mi grupo tuvo a bien otorgarme la alta responsabilidad de pronunciar el mensaje de despedida en la ceremonia correspondiente. Hace unos días encontré la versión original y me pareció rescatable. Con respeto a las personas que me leen y a mis compañeros de la generación 72-77, hoy me permito dar a la luz pública, tan significativo discurso.

Decía José Ingenieros: La justicia es el equilibrio entre la moral y el derecho, tiene un valor superior al de la ley, lo justo es siempre moral; las leyes pueden ser injustas. Acatar la ley es un acto de disciplina, pero a veces implica una inmoralidad; respetar la justicia es un deber del hombre digno, aunque para ello tenga que elevarse sobre las imperfecciones de la ley.

Honorable presídium:

Cumpliendo la voluntad de mi grupo, el quinto año de Derecho, última generación del Plan de Estudios por Anualidades, llego a la esta tribuna universitaria acompañado por la palabra profunda del filósofo argentino, cuyo concepto de la justicia he expresado y en cuya mentalidad social estuvo presente la idea diferenciadora de ésta, como valor supremo del Derecho y la Ley como medio, no siempre idóneo, para su realización.

Siendo ésta una de nuestras últimas y más relevantes actividades como universitarios, antes de actuar plenamente como profesionales, continúo con Ingenieros para decir a Ustedes, compañeros, que: olvidando la gala del ropaje extraordinario y la satisfacción rayana en presunción por un deber casi cumplido, reflexionemos, pues de jóvenes sin ideología ni credo definido, se forman cortesanos que mendigan favores en las antesalas o frustrados que ponen piedras en todos los caminos para evitar que otros anden lo que ellos no pueden andar.

Cada generación abre las alas donde las ha cerrado la anterior para volar más lejos. Cada generación anuncia una aurora nueva, la arranca de la sombra y la enciende en su anhelar inquieto. Si mira alto y lejos, es fuerza creadora. Esparce la simiente y aunque no alcance a recoger los frutos, tendrá la recompensa en el acto mismo de sembrar.

Cuando una generación cierra las alas o deja de sembrar, sufre de senilidad precoz. Cuando la juventud no busca la renovación y el progreso, está agonizando o, de plano, nació muerta.

¡Busquemos nuestra verdad con entusiasmo! No importa que nos equivoquemos mil veces, porque un entusiasta expuesto a equivocarse, es preferible a un individuo que, por miedo a actuar, no se equivoca nunca; el primero puede acertar, el segundo ¡jamás!

Cuántas veces maldecimos a la fatalidad para justificar nuestra pereza, cuántas veces la voluntad flaquea. Sin firmeza de conducta, no hay progreso. Las buenas intenciones que no se logran cumplir, son caricaturas de la virtud. Los hombres sin voluntad, aunque se propongan volar, terminarán arrastrándose; es siempre preferible decir “hago”, que decir “haré mañana”, éste es el lema de la voluntad enferma.

Como profesionales del Derecho, pensemos en el título no como el pergamino medieval que hará real nuestra sangre y noble nuestro linaje, al pueblo nos debemos y al pueblo debemos servir con lealtad, con honestidad, con ética profesional…

Todo privilegio implica una inmoral subversión de los valores sociales. En las sociedades carcomidas por la injusticia, los hombres pierden el sentido del deber y son fáciles presas de la inmoralidad y el parasitismo; viven domesticados por fantasmas vanos y la honra mayor recae en los sujetos de menores méritos, la justicia permanece muda.

Donde más medran los que más se arrastran, las piernas no se usan para marchar erguidos; donde reina la transposición de valores sociales, se prefiere una buena prebenda a una recta conducta; los hombres se niegan a trabajar y a estudiar, al ver que la sociedad cubre de privilegios a los holgazanes y a los ignorantes, es por eso que los estados se convierten en confabulaciones de favoritos, de charlatanes, dispuestos a lucrar con el patrimonio de la Patria, pero incapaces de honrarla con obras dignas. ¡No aspiremos a eso, compañeros! Juzguemos nuestros propios actos como si fueran ajenos, pues la justicia no consiste en ocultar las lacras, sino es suprimirlas, y todos los males resultan pequeños frente al supremo bien de sentirnos dignos de nosotros mismos.

Tengamos en la mente y en la conducta el sentido del deber, como complemento dialéctico del Derecho, porque la moral efectiva, la moral práctica, es un compromiso entre el individuo y la sociedad; nace y varía en función de la experiencia social; con ella se encumbra o se abisma. En la medida que la justicia va consagrando los derechos humanos, surgen los deberes que son su complemento natural y les corresponden como la sombra al cuerpo. Puesto que los hombres no viven aislados, es deber de cada uno concurrir a todo esfuerzo que tienda al mejoramiento de su pueblo, desempeñando con eficacia las funciones apropiadas a sus aptitudes. El individuo que elude su deber, es nocivo a su gente, a su raza, a la humanidad…

Continuará.