Depresión Invernal

Letras y Memorias

    •    Luego del preludio de Otoño y del éxtasis veraniego, llega el momento de nublar los deseos y secar las flores del jardín… 


Hace algunos días llegó el solsticio de Invierno a nuestro país y, con ello llegó también una gélida sensación en el ambiente, no por los frentes fríos o las masas polares, sino por el simbolismo que tiene este punto final del año y del ciclo vital per se.

Con la llegada del Invierno se apagan las ilusiones primarias que nacieron cuando el calor de marzo abrazó nuestros cuerpos, se van también esos pasos firmes hacia un propósito nuevo y quedan apenas cenizas de lo que fue el inicio del ciclo y el punto más alto de toda gloria y alegría.

Quien les escribe está pronto a dormirse en un sueño frío mientras bebe un poco de whiskey de Kentucky y es que, en momentos como la “depresión invernal”, pocas son las ganas de salir de casa y enormes las de permanecer abrigado escuchando unas cuantas canciones y con bebida en mano, imaginando que ese elixir en el vaso habrá de conservar intactas las esperanzas y renovará los planes y propósitos.

Se acerca pues, el 2020, y como dice esa canción compuesta por Javier Blake: “sigo esperando el año nuevo, pues van como veintitantos casi igual”; sigo en espera de que la rutina decembrina mute en planes a futuro en esta redacción, historias nuevas en cada calle y cada rincón, sigo esperando a que florezca el amor que con las tardes frías se disipó pero no marchitó.

Así mutan también estas calles pachuqueñas, se duermen en la espera de días nuevos, ven a menos gente dar pasos lentos por sus banquetas y ciertamente, hay menos vida en los jardínes y kioscos. Los mercados se abarrotan pero así como eso ocurre, de manera pronta vuelven a sentirse solos mientras la mirada de los comerciantes se pierde aguardando una nueva venta.

Las muy queridas y eficientes combis dejan también su rutina a un lado y merman en su avance constante. En las paradas autorizadas y no autorizadas, pacientes esperan los necesitados de transporte, sin que esa imperiosa necesidad represente algo para quienes conducen las unidades. En otros tiempos una y otra y otra combi arribarían a cualquier destino o punto medio pero, no en esta depresión invernal, no hoy.

Las estrellas de este cielo también parecen deprimirse y se ocultan de nosotros. Dejamos de verlas y preguntamos también por el paradero de la Luna, porque en la noche oscura de pronto ya no le vemos iluminando nuestros caminos y, mucho menos inspirando nuestro tierno romanticismo.

Sin Luna no hay poesía y sin poesía se pierde buena dosis de la pasión que uno imprime a esta vida; eso causa la depresión invernal: perder la cordura al momento de amar y, perder también la brújula cuando se quiere de la nada zarpar hacia donde sea, a cualquier lugar.

Ha llegado pues, la triste época en donde se renueva todo mientras, al tiempo idéntico, se apagan los bellos destellos que el año que concluye nos ha dejado. Se apagan para mantenerse en pausa hasta que un nuevo latido otorgue vida a lo que creíamos perdido; porque así como arribó el Invierno y nos golpeó la cara sin poder defendernos, así habrá de sucumbir ante la fe de una vida nueva que nos va a alcanzar en cuanto la más mínima expresión cálida nos toque.

Esperamos entonces ese destello mágico que dará un soplo nuevo al corazón frío. Esperamos un cariñoso abrazo, la compañía ideal o el beso perfecto, esperamos la caricia mítica y la mirada radiante, el fuego de un episodio nuevo y el dulce aroma de un deseo pedido a la fugacidad galáctica y concedido gracias a la muerte estelar; y todo eso va a pasar, y ese momento finalmente llegará.

Y así, amigas y amigos míos, es como las Letras y Memorias se acaban, al menos este año, al menos por hoy, porque la próxima semana cuando todo lo bello del mundo nos alcance después de celebrar las fiestas anteriormente conocidas como “la Saturnalia”, tendremos más palabras y recuerdos que contar, pero sobre todo, tendremos la certeza de que habrá concluido la depresión invernal y ya estaremos preparando el camino hacia el “renacimiento primaveral”, que sólo tendrá sentido si viene de la mano con la pasión que encendió el alma de quien escribe, y de quienes me leen.
¡Feliz Año Nuevo! Hasta el próximo martes.

Postdata: Mi eterno amor, y las gracias totales al Colibrí que me visitó en el jardín, porque esa bella ave me regresó la pasión por vivir y existir y hoy, sin esa visita, yo no estaría parado aquí.

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