Del zapatazo contra Bush a luchar por un escaño

    •    La nueva vida de Muntazer al Zaidi, el periodista que lanzó los zapatos a Bush, convertido en un héroe para los árabes


Tras su liberación, dejó su trabajo en la cadena de televisión Al Bagdadia, se mudó a Beirut y fundó una organización de beneficencia que aún hoy proporciona auxilio a los huérfanos que el conflicto dejó en la patria de Sadam Husein. Durante su exilio publicó un ensayo ‘El último saludo al presidente Bush’ con los pormenores de aquella gesta a la que sucedieron homenajes, ofertas de matrimonio, dádivas y admiración sin fin
Va camino de cumplirse una década pero Muntazer al Zaidi sigue fiel a aquel fotograma que recorrió el planeta, con sus zapatos precipitándose sobre la figura de George W. Bush durante una rueda de prensa en Bagdad. “Lo recuerdo como si fuera ayer. Jamás olvidaré cómo aquel criminal hablaba e insultaba a mi pueblo, asesinado por sus balas”, relata Al Zaidi en declaraciones a EL MUNDO.
El periodista, protagonista del zapatazo que el 14 de diciembre de 2008 le convirtió en un héroe en su país y a lo largo y lo ancho del mundo árabe, acaba de dar el salto a la arena política. Concurre como candidato en las elecciones parlamentarias que Irak celebra el próximo 12 de mayo, al abrigo de una heterogénea alianza capitaneada por el clérigo chií Muqtada al Sadr. “Ha sido una decisión difícil que me complicará la vida pero nuestro pueblo lo merece”, arguye el aspirante a diputado.
“Creo que puedo ayudar a recuperar el dinero de todos los iraquíes que han robado los políticos y a evitar que el expolio siga produciéndose. Se han llevado casi 3.000 millones de dólares de fondos públicos que hoy están en sus bolsillos”, despotrica Al Zaidi, empeñado en denunciar los estragos de la invasión estadounidense de Irak en 2003.
“Antes de la ocupación, Irak era un país donde los musulmanes, suníes o chiíes, convivíamos junto a los cristianos. Desde entonces, muchos cristianos han huido”, lamenta quien fuera condenado a un año de cárcel por atacar a un líder extranjero. Su buena conducta entre rejas rebajó el cautiverio final hasta los nueve meses. “Me torturaron sin descanso. Pasé los tres primeros meses confinado solo en una celda. Me electrocutaron y usaron otros muchos métodos de tortura. Me rompieron la nariz, una pierna y los dientes”, desliza.

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