Por el derecho a existir
Un nudo en la garganta y una tristeza continua es el sentimiento colectivo de muchas mujeres, que ausentes de la confianza de vivir en una nación segura para todas, experimentamos día a día la incertidumbre de volver con bien.
No es nada nuevo, pero el sentimiento se ha hecho más fuerte cada vez, mi sabia madre me ha dicho siempre que no viva con miedo, pero en ocasiones el miedo es algo inevitable, principalmente en una calle oscura o ante ciertas miradas que solo de pensarlas me causan náusea.
Cuando recién comencé con las lecturas feministas, mi ímpetu se volcó a un enojo tremendo, que se detonó en una casi ruptura familiar, los nuevos conocimientos me llevaron a una sensación de rebeldía ante lo que estaba viviendo, me encontré en los textos, en las palabras de las otras.
En algún momento de tensión, mi madre me contó, en una de las charlas que ella tuvo en la Ciudad de México en los años 70-80 utilizaba alfileres entre las manos para practicar natación, como una forma de defensa.
Entonces comprendí, que, si bien mi madre no estudio feminismo, tiene en su sangre mixteca, el orgullo de la lucha, la dignidad y el coraje para defender lo que cree que es propio, su cuerpo como territorio; también comprendí que las mujeres generamos mecanismos de defensa, que interiorizamos, sin siquiera saber que se desprenden de una situación violenta que se vive de manera cotidiana.
El cuidado entre amigas es un tema de todos los días, los whatsapp, en los que se pide la confirmación que estamos en un espacio seguro parecen algo natural. Sin embargo, y sin saberlo, implica una carga mental, de todo el tiempo.
Aprovecho estas líneas para dejar manifiesto el hartazgo de las declaraciones provenientes de los discursos políticos maniqueos, en los que condenan enérgicamente, señalan y reprueban, palabras sin fondo. Incluso podrían hacer eco de la poca empatía que existe con las personas víctimas.
Peor aún cuando de una exigencia legítima, se cuelgan las voces para sacar raja electoral, eso es no tener ética, principios, ni calidad humana, ojalá la ciudadanía castigara en las urnas, que parece ser lo que más importa, los votos, más que las personas.
Por qué las mujeres estamos presentes en la pluralidad de las propuestas políticas, como sujetos de atención y no como sujetos de derechos, ahí si somos invisibles.
En fin, las mujeres volveremos a salir, a marchar, a gritar, a romperlo todo, hasta que la dignidad se haga costumbre, hasta que todas nuestras hermanas vuelvan a casa, mientras tanto seguiremos en la organización, en la lucha, en la resistencia, por todas, por nosotras, somos la voz que exige justicia.