Un año después la sucesora de Deep Blue, la primera máquina con inteligencia artificial que vencía a un ser humano en ajedrez en dos batallas, ganaría por primera vez un torneo completo. La guerra estaba, ahora sí, perdida. La Deep Blue revoluciono en sólo un año (a Kasparov le habría tomado algunos millones) y en 1997 podía calcular 200 millones de movimientos por segundo, el doble que el año anterior.
No fue un “Terminator” parco venido del futuro la primera máquina que llegó con intenciones de derrotar a la raza humana. Esa extraña necesidad nuestra de imaginar que un armatoste cargado con lo peor de nosotros y carente de las leyes de la robótica de Asimov venga a poner en vilo nuestra supervivencia se ha manifestado en todas las formas posibles, sobre todo de finales del siglo XX a nuestros días.
Pero no sólo en las artes o en las expresiones más básicas del entretenimiento se ha manifestado la posibilidad de enfrentar tan terrible escenario; el famoso astrofísico Stephen Hawking considera probable y posible que algún tipo de inteligencia artificial de manufactura humana nos borre de este mundo. Podemos hacer que las máquinas evolucionen a pasos agigantados, pero ni con ellas podemos nosotros evolucionar al mismo ritmo. Si no nos matamos nosotros, y si tampoco nos extermina un desastre natural, la siguiente opción, según la ciencia, será la de la extinción vía inteligencia artificial.
No fue entonces uno de esos sofisticados “Terminator” que vimos a mediados de los 80, sino un gabinete, llamado Deep Blue, de casi dos metros y tonelada y media la primera supercomputadora con inteligencia artificial la que asestó el golpe.
Treinta y dos procesadores se impusieron a las 50 mil (más menos) millones de neuronas de Gary Kasparov el 10 de febrero de 1996, hace 20 años. Kasparov podía apenas, con tremendo número de “procesadores”, calcular 2 posiciones por segundo en el tablero de ajedrez, Deep Blue en ese mismo segundo se podía ver haciendo 100 millones de movimientos.
Con todo y que acusan a Kasparov de confiado, y otros más que lo disculpan porque tuvo una mala noche, los números no lo favorecían. Aún así, Kasparov venció en la guerra aquel año venciendo 4 a 2 a la máquina, pero el hecho de que esta última ganara un par de batallas sería un hito.
Un año después la sucesora de Deep Blue, la primera máquina con inteligencia artificial que vencía a un ser humano en ajedrez en dos batallas, ganaría por primera vez un torneo completo. La guerra estaba, ahora sí, perdida. La Deep Blue revoluciono en sólo un año (a Kasparov le habría tomado algunos millones) y en 1997 podía calcular 200 millones de movimientos por segundo, el doble que el año anterior.
Tan sobrada estaba la capacidad de Deep Blue (y su sucesora, Deeper Blue) que hay teorías que afirman que fue un error el que llevó a la computadora a ganar aquel torneo de 1997. La máquina pudo darse el (humano) lujo de equivocarse y aun así ganar.
¿Es Deep Blue, y su victoria hace 20 años, predecesora en una guerra que comenzó en el área del cálculo y las matemáticas y terminará en el plano físico? Parece dramático afirmar algo así, pero sin duda hay un deseo (oculto y manifiesto) porque nuestras creaciones nos rebasen en todos sentidos.
@Lacevos
EL UNIVERSAL