HOMO POLITICUS
Cuando las cosas vienen podridas es mejor devolverlas.
Entre peras y perones el año que apenas inicia nos ha puesto en vilo ante una cruenta realidad. No sólo el gasolinazo es el que se cierne como estela de pus, sino la serie de desencuentros sociales e inseguridad que amenazan a la ciudadanía.
En la memoria de lo inmediato, ya tenía algunos años donde las cosas pese a estar negruzcas no se veían tan dramáticas como se perfilan en estos momentos, cuestión que impone precisiones de fondo.
En los hechos, no es este sexenio el culpable de los males presentes, desde hace tiempo que a nivel macroeconómico el país se percibe con una fragilidad inenarrable; el cacareado PIB, no oscila, ya no digamos el 4% anual, ni siquiera el 3%, cuestión miserable que nos lleva a preguntar, ¿Cómo un país puede presentar estabilidad social cuando no genera ni riqueza ni oportunidades para el todo social?
Mientras tanto las frases de los personeros gubernamentales suenan a vacío y desesperanza y, lo que es peor, no tienen credibilidad ante el tejido social que se encuentra en el hastío absoluto. Sin credibilidad gubernamental cualquier acción pierde sentido y, paralelamente, se pierde gobernabilidad; por ello la serie de argumentos que ha esgrimido lo mismo el Presidente que el Secretario de Hacienda, se han diluido en un cúmulo de críticas que reflejan indignación y atomización social.
Pese a que el Secretario de Hacienda José Antonio Meade, se deshace en explicaciones aludiendo que el gallinazo es una medida “responsable”, la ciudadanía se pregunta: ¿Quién asumirá el costo económico de la pérdida de su poder adquisitivo?, ¿Quién habrá de absorber los gastos que ahora no pueden solventar las familias?
Por ello, no importa cuántas veces al día en los distintos medios informativos los personeros públicos y sus spots publicitarios intenten explicar el ¿porqué? de la medida y sus impactos “mínimos”, los acuerdos de estabilidad económica; todo ello, mientras las cosas se encarecen y agarran por los huevos al pueblo.
2017 es un año inenarrable, las gotas y tragos de amargura iniciaron antes de que iniciara y, o que es peor, todo plantea que habrán de incrementarse.