El Mercadólogo
- La «meritocracia» no está tan alejada de la realidad, como la mayoría de las otras ideologías
Desde hace unos años han proliferado en nuestro entorno, cada vez con más fuerza, ciertos seguidores de una ideología que nos dice que, si quieres, puedes. Seguro hemos visto, leído y escuchado más de una vez este tipo de mensajes, que nos intentan motivar para ir más allá de nuestros esfuerzos diarios y dar un poquito más, para poder llegar a nuestras metas.
Esta ideología, cuyo nombre es «meritocracia» no está tan alejada de la realidad, como la mayoría de las ideologías. Es verdad es que, para poder llegar a nuestras metas, tenemos que realizar un esfuerzo, que muchos factores para la consecución del éxito dependen única y exclusivamente de nosotros, y que, mientras sigamos haciendo lo mismo, los resultados de nuestras acciones serán iguales.
Sin embargo, la meritocracia no desvela la letra pequeña de su axioma. Para que el factor diferencial para lograr el éxito sea el esfuerzo, el resto de factores tienen que ser proclives. No los voy a engañar, a mí me gustaría muchísimo poder representar a mi país en el próximo Mundial de fútbol, y tal vez a muchos de ustedes también. Pero, aunque a partir de mañana me pusiera en una dieta estricta y un plan de ejercicios, no puedo obviar el hecho de que tengo 41 años, un ligero sobrepeso y de que las pocas veces que he tocado un balón de fútbol en mi vida ha sido lamentable.
Con este ejemplo llevado al ridículo extremo, podemos darnos cuenta de que no siempre la consecución de objetivos está en nuestras manos. Muchas veces veo esos mensajes donde dicen que los grandes empresarios de éxito se levantan de la cama a las seis de la mañana, y que, si tú quieres ser uno de ellos, deberías de empezar a hacerlo. Quiero pensar que, quien lo ha escrito, no ha sido consciente de todos esos trabajadores, obreros, empleadas de la limpieza, choferes, taxistas y demás personas que comienzan su horario de trabajo incluso antes de esa hora, y cuya realidad está muy lejos de Elon Musk. Madrugar, en muchos casos, no es un factor diferencial.
Otra de las consecuencias de asumir la meritocracia como verdad absoluta está en la facilidad para encontrar culpables. Si yo soy responsable, en exclusiva, de mis triunfos, también lo soy de mis fracasos. Aquí es cuando surge una frase tan manida como: «el pobre es pobre porque quiere». En seis palabras, se borra todo un histórico familiar, cultural, social, que son factores determinantes en las vidas de cada persona, y culpabiliza a quienes están haciendo una lucha constante por sobrevivir, diciéndoles que sus esfuerzos no son suficientes.
Por eso es tan importante, para el planteamiento de objetivos en nuestra vida, ser realistas con nuestra situación de partida. Por mucho que lo repitan, no todos comenzamos en el mismo punto. Algunos tienen la suerte de nacer en el seno de una familia económicamente desahogada, capaz de proporcionarles una serie de herramientas y contactos que les pueden ayudar a tener un camino con menos obstáculos. Evidentemente, es necesario realizar un esfuerzo. No son pocos los ejemplos que podemos poner sobre gente que, teniendo todo a su favor, dilapida esas oportunidades.
Cuanto más honestos seamos con nosotros mismos, más fácil nos será determinar nuestros objetivos a corto, medio y largo plazo. Partiendo del refrán popular: «según el sapo, la pedrada», cuanto más conscientes seamos del tamaño del objetivo que nos planteamos, y si su consecución está al alcance de nuestras posibilidades, más fácil será hacer un plan acorde, que nos permita llegar a nuestras metas.
Porque, por mucho que lo repitan, no siempre querer es poder.