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De planes e imprevistos

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De planes e imprevistos

El Mercadólogo

«Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes», decía la actriz Vanessa Bauche, encarnando el personaje de «Susana» en la película Amores perros, de Alejandro González Iñárritu. Son muchas las ocasiones en nuestras vidas que, después de tener todo planificado y preparado, un imprevisto obliga a modificar, o a veces incluso a cancelar aquello a lo que hemos dedicado tanto tiempo e ilusiones.

Por supuesto, la situación sociosanitaria que hemos vivido en los últimos años, y que seguimos viviendo, dejó mucho más patente la fragilidad de nuestras previsiones. Poca gente, por no decir ninguna, estaba preparada para realizar un parón en seco en su vida de la manera en la que nos vimos obligados hace apenas un par de años. Incluso ahora, cuando parece que la contingencia se ha terminado y que, poco a poco, retomamos nuestras vidas, de vez en cuando aparece algún positivo que nos obliga a frenar.

Es cierto que esto ya pasaba antes, que las enfermedades no empezaron a existir en 2020, pero el coronavirus y sus efectos sociales y económicos, nos ha hecho reflexionar acerca de lo frágil que es el equilibrio en nuestra cotidianeidad. Además, con las vacaciones de verano tan cerca, en las que nos vemos obligados a realizar planes, ya sea para mantener ocupados a los más pequeños de la casa, o para tener, por fin, un merecido descanso, estos cambios de planes de última hora nos recuerdan que, al final de cuentas, no está en nuestras manos cumplirlos en su totalidad.

Muchos hoteles, hasta ahora, habían incluido una cláusula anti-COVID, para dar a sus posibles clientes la certeza de que, si en el último momento tenían la desagradable visita del virus, podrían ser reembolsados. Así, la gente tenía un argumento en contra del miedo a perder su dinero, y se animaba a realizar las reservaciones correspondientes. Ahora, que parece que ha pasado lo peor, estas cláusulas comienzan a desaparecer, volviendo a los plazos de devolución que existían antes del inicio de la pandemia, y dejando mucha gente afectada.

Pero, aunque le de risa a Dios, necesitamos hacer planes. Por un lado, para mantener organizadas nuestras diferentes actividades cotidianas; por otro, para generarnos una ilusión sobre lo que podremos disfrutar en un futuro: ya sea un viaje, un concierto, una función de teatro. Cualquier plan, por pequeño que sea, nos genera esa chispa de alegría, nos saca de nuestra rutina, nos alimenta para enfrentar el tedio de la rutina.

En el plano empresarial, con mayor razón, es indispensable realizar planificaciones: ayudan a fijar los pasos a seguir para conseguir los objetivos estipulados inicialmente, clarifican las acciones a realizar por parte de todas las personas que componen las organizaciones, dejan claro de manera explícita los recursos necesarios para llevar a buen puerto dicho plan.

Por supuesto, las circunstancias externas tienen que ser tomadas en cuenta para que dicha planificación se ajuste a la realidad y pueda concretarse. Es necesario tomar en cuenta los tiempos que requiere cada una de las acciones, de manera que los plazos previstos sean realistas y, posteriormente, no generen un retraso en el cumplimiento de los objetivos, con la consecuente carga de estrés y frustración.

A veces, es necesario realizar más de una planificación, de acuerdo con los diferentes escenarios que se puedan presentar. Así, cuando encontremos dificultades, podremos recurrir a ellos y corregir el rumbo. Otras, las circunstancias que se presentan son completamente inimaginables previamente; en este caso, es importante saber corregir los objetivos. En cualquiera de los casos, lo importante es tener flexibilidad y capacidad de adaptación.

Al final, volviendo al símil de la película, es preferible volvernos los comediantes particulares de Dios, pero no dejar de hacer planes.