POR EL DERECHO A EXISTIR
Las críticas al cuerpo desde la niñez tienen un efecto que perdura en todas las etapas de la vida, a menudo -por no decir que es la regla-, nos enseñan el odio a nuestra corporalidad, una insatisfacción constante, creciente y que amordaza la seguridad con severas consecuencias. Desde la familia con los no tan inocentes apodos y formas de cariño de nombrar hasta los discursos de odio en torno a los cuerpos gordos generan una repulsión a estar en esa condición, la discriminación se encarna a veces en el discurso velado de la salud, pero la línea es muy delgada, entre la prevención de enfermedades metabólicas y la exigencia de cuerpos perfectos y consumibles.
Y es sensato decirlo, no todos los cuerpos delgados son saludables, el costo que se paga puede ser enormemente alto, los trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia dan cuenta, casos más extremos que han llegado a la muerte.
Por ello, los comentarios no pedidos y que no abonan a la seguridad y autoestima de las personas, deberían ser censurados antes de emitirse. Hay varias imágenes lindas pululando en las redes sociales que dicen que del cuerpo de otras personas no se habla, no se juzga, no se critica.
Al final cada una de las personas vamos existiendo con algunas batallas ganadas y otras pérdidas, comentarios sobre el peso de otra persona tiene una consecuencia nociva, pocas son las personas con herramientas emocionales para la inmunidad de la crítica innecesaria.
Hay personas que han intentado por todos los medios (aun a costa de su salud), tener el cuerpo hegemónico, para obtener el reconocimiento y validación de propios y ajenos, básicamente por ser personas socialmente aceptadas.
Rostros vemos, metabolismos no sabemos, con toda saña se escuchan adjetivos calificativos que descalifican los cuerpos gordos, por no tener disciplina, por no hacer ejercicio, por comer en exceso, entre chistes y burlas, la discriminación se asoma, sin menor recato, sin menor cuestionamiento.