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De la Casa del Pueblo a la Escuela de Diputados

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OPINIÓN

Desde la primera vez que escuché el término “la Casa del Pueblo”, me di cuenta que el Congreso del Estado Libre y Soberano de Hidalgo, ni es casa ni es del pueblo. Y de eso ya tiene bastante años. Ahí hemos visto infinidad de veces cómo la gente que acude con los diputados de sus distritos a solicitar respuestas a diversas demandas les cierran las puertas ante el miedo que siempre tienen los políticos de que esas demandas, se hagan con lujo de violencia.

Pareciera que los diputados que habitan en la Casa del Pueblo, tienen miedo de que vayan y les griten “usted es medio diputado, medio indígena y medio hombre”, cómo le dijeron a uno del Valle del Mezquital, o el grito de “¡rateros, saqueadores!” que también se ha utilizado en algunas manifestaciones.

Y aunque la “Cuarta Transformación”, alcanzó a este recinto con la mayoría que ostenta el partido del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) al tener 17 de 30 diputados, la Casa del Pueblo, que no es casa ni es del pueblo sigue siendo la misma pero diferente, y al decir esto basta con ver que se abren las puertas pero se niega la atención, es un Congreso de puertas abiertas pero de oídos cerrados, al menos esta es la imagen que ha dejado el presidente de la Junta de Gobierno, Ricardo Baptista González.

Más que Casa del Pueblo, podríamos decir que este recinto se ha convertido en Escuela de Diputados, dónde llegan perfiles que no tienen la más mínima idea de cómo se hace una ley  y por ende del trabajo que deben realizar para bien de las personas que les dieron su voto.

La Cuarta Transformación llegó al Congreso local, pero llegó empañada por diputados carentes de experiencia y labor política, de cuadros grises dominados por un ente que para ellos es supremo (si es que no tiene cuentas congeladas), sin embargo, esto no debe espantarnos, no es la primera vez que perfiles carentes de ideología propia, títeres e ignorantes, pero muy bocones llegan a ocupar una curul.

En la Escuela de Diputados, se puede ver al compañero de curul que se mofa del que pasa a exponer al pizarrón oral llamado tribuna, también al diputado intrigoso que dice una cosa pero luego se desmiente, ya sea con los compañeros o con invitados especiales como los presidentes de partidos, también está el impuntual, el que se sale a mitad de clase, la que va a jugar en aplicaciones del celular, la que no deja el espejo, el que no sabe ni leer, y entre todos estos la que intenta engañar pero todos descubren que no hizo la tarea y que no estudió.

También están los diputados bravucones que agandallan la torta del recreo, los que hacen tandas de 10 mil pesos al mes, mismas que se convierten en caja de ahorro (sepa usted para qué), y los que se resisten a dejar de ser jefes de grupo. Los que buscarán hacer leyes a conveniencia, los que se niegan a dejar de ser los consentidos del maestro, los que fueron gandallas  en el curso anterior y ahora son víctimas del nuevo bravucón.

Por congruencia esos diputados: que no saben a qué llegaron, los que defienden intereses propios, de grupo o de un patrón de alas truncas, los que le han dicho a la gente “no tengo dinero para apoyarte”, mientras acumulan 10 mil pesos al mes, los que abren puertas con intención de generar violencia, los que hacen ruidos como si fueran cerdos, los que se suben con una bolsa de huevos a tribuna o los que cantan religiosamente, todos ellos deberían renunciar, porqué el pueblo de Hidalgo merece más, la gente quiere soluciones, no el circo en el que están convirtiendo a la mal llamada Casa del Pueblo y que es La Escuela de Diputados, en dónde se aprende muy tarde lo que debieron saber cuándo llegaron.