El mercadólogo
El pasado 15 de septiembre conmemoramos, como cada año, el llamado del cura Miguel Hidalgo a comenzar una lucha que, a la larga, derivaría en la declaración del territorio, hasta ese momento conocido como la Nueva España, como un país independiente, adoptando el nombre de Imperio Mexicano. Posteriormente, muchas luchas mediante, terminaría siendo lo que hoy conocemos como México, República Mexicana, o en los documentos oficiales como Estados Unidos Mexicanos.
Seguramente ninguno de los participantes de las conspiraciones realizadas en Querétaro era consciente de la trascendencia que tendrían sus actividades clandestinas. No era el primer grupo en intentar comenzar una lucha armada para conseguir un cambio político en las estructuras del virreinato. Es más, ninguno de los instigadores iniciales pudo ser testigo de cómo terminó su aventura: el desfile de la victoria lo encabezaba Agustín de Iturbide, que posteriormente tomó el título de emperador. No estoy seguro de que esa fuera la idea inicial de Hidalgo y sus compañeros.
De hecho, es complicado saber qué idea tenían en 1810 de ser mexicano. Tan complicado como es definirlo ahora, más de dos siglos después. Aunque parece que todos lo tenemos claro, porque cuando llegan estas fechas, nos ponemos sombreros, bigotes y zarapes, tal vez después del 16 de septiembre lo tenemos un poco más difuso.
En publicidad estamos acostumbrados a realizar segmentaciones, es decir, agrupar personas de acuerdo con ciertas características comunes, para así hacerles llegar un mensaje que les sea relevante, así que hoy les propongo buscar las características comunes que nos hacen mexicanos. Una de las primeras segmentaciones utilizadas es referente al sitio geográfico en el que vivimos. Efectivamente, este rasgo lo compartimos todos los mexicanos. Bueno, no todos, porque hay muchos que han tenido que irse a vivir a otro país, pero se siguen sintiendo mexicanos. Tampoco nos sirve decir que sean nacidos en México, porque, como decía la costarricense Chavela Vargas: «los mexicanos nacemos donde nos da la gana» (he censurado una palabra, por si me lee algún menor de edad).
Ser mexicano, sin duda, es comer tacos. A menos que el médico, por alguna razón, nos prohíba comer tortillas. Además, en algunas zonas de nuestro país se come con tortilla de trigo, así que no es la misma tortilla. Y los tacos vegetarianos, ¿cuentan? Entonces, ser mexicano es escuchar mariachi. Pero ¿hay que escucharlo todo el día, o solo de vez en cuando? ¿Puede ser Luis Miguel con mariachi o tiene que ser José Alfredo Jiménez? Y los que somos de otras zonas del país, si escuchamos de vez en cuando algún huapango, ¿cuenta como ser mexicano?
Es muy difícil encontrar uno o varios rasgos que definan a más de 128 millones de habitantes, distribuidos en más de 1,900 millones de kilómetros. Curioso, porque cuando hablamos de otros países, solemos encontrar esos rasgos muy rápidamente, en parte gracias a los medios de comunicación, que nos generan estereotipos, pero en algunas ocasiones, cuando tenemos contacto con gente de otros países, y nos damos cuenta de los valores e ideas que tienen, a veces muy diferentes a las nuestras, otras no tantas.
Probablemente ser mexicano es algo dinámico, resultado de un reflejo de nuestras actividades diarias, más que con héroes cuyo relato nos han pintado de muchos colores. Probablemente podamos construir, con nuestras acciones, si queremos que ser mexicano signifique ser trabajador, honesto, responsable, respetuoso, tolerante, o si, por el contrario, que la imagen de nuestro país se asocie con personas agresivas, machistas, tramposas, flojas, deshonestas.
Nuestras acciones diarias dicen mucho más que un grito en un día puntual.