El Mercadólogo
- Hoy vamos a hablar de todo lo que se desató por un estudio sobre un carrito de supermercado
En estos últimos días he visto circular por las redes sociales una publicación que relaciona los carritos de supermercado y la idea de ser un «buen» miembro de la sociedad. Por si acaso no la ha visto, querido lector, esta publicación dice que el hecho de devolver el carrito a su lugar o dejarlo de manera aleatoria y desordenada en mitad del estacionamiento dice mucho acerca de su forma de comportarse ante hechos que no tienen una repercusión personal.
Llevar el carrito a su lugar es una tarea fácil, que no conlleva demasiado esfuerzo, que todos sabemos que es «lo correcto» socialmente. Por otro lado, no llevarlo a su sitio no es ilegal ni conlleva algún tipo de multa o sanción. En definitiva, es un hecho sin consecuencias personales, tanto si lo hacemos como si no.
Bueno, eso era hasta antes de ver la publicación en internet, o hasta que usted leyera los párrafos anteriores. Porque ahora, la próxima vez que vaya al supermercado y termine de meter sus compras en el coche, sabrá que su siguiente decisión está directamente vinculada a la manera en la que los demás lo perciben. Se sentirá obligado a llevar el carrito a su lugar, porque es consciente que, de hacer lo contrario, estaría actuando como una mala persona. Incluso, si no lo hace, en su cabeza buscará una justificación de su comportamiento: «es que tengo prisa», «es que los niños están haciendo mucho escándalo», «es que me duele la rodilla».
Por lo tanto, ni usted, ni cualquier otra persona que tenga esta información de antemano, es válida para realizar este «estudio», que más bien podríamos llamar «experimento empírico». Existe una información previa que hace que haya un sesgo en los resultados. Incluso, cuando vuelva a ir al supermercado y vea carritos sueltos, no sabrá si es gente que realmente son «malas personas» o simplemente no tienen esta información.
Como esto, existen muchos otros sesgos que afectan la información que recibimos. Sucede, por ejemplo, en esas encuestas que realizan determinados medios de información, ya sea en sus redes sociales, o bien durante la emisión de sus programas, en el caso de la TV. Lanzan una pregunta con diferentes opciones para contestarla, y, cuando tienen los resultados, los extrapolan directamente al resto de la población.
Lo que no toman en cuenta es que la muestra, es decir, la gente que ha participado en dicha encuesta, tiene diferentes sesgos que hacen que los resultados no sean extrapolables. Para empezar, muchos de estos pseudo estudios se realizan de manera online, excluyendo a toda la población que no tiene acceso a internet. Ya sé que, desde nuestra realidad, es difícil imaginar gente en nuestro país que no pueda utilizar internet, pero existe, y es bastante más de la que pensamos. Precisamente por eso, su realidad es muy diferente a la de la gente que sí tiene acceso, por lo que sus opiniones, formas de actuar o de comportarse, tendrán muchas diferencias.
Además, hay que tomar en cuenta que estas preguntas han sido lanzadas a los lectores, audiencia o seguidores de determinados perfiles o medios, por lo que existe una segmentación: no se está tomando una muestra representativa de la población, es gente que tiene una cosa en común, ya sea la ideología del medio de comunicación o el alcance que tiene. Por tanto, se están realizando preguntas a gente que, de una manera u otra, piensa más o menos similar, dejando fuera a personas que podrían tener otra visión, y por tanto, otra opinión.
Por último, la manera de realizar una pregunta puede llevar a una u otra respuesta. De pequeño escuché que, si le preguntas a alguien «¿quieres un vaso de agua?» la respuesta será sí, pero si se cambian la manera de formular la pregunta a «¿no quieres un vaso de agua?», la respuesta será no. Pero claro, a usted, querido lector, esto ya no le afecta, porque después de leerlo, tiene un sesgo más en su vida.