DE CUERPO ENTERO EL MACHISMO Y LA SEXUALIDAD  

 

 

El “SER MACHO” no solo ha sido una referencia en la música o en las viejas películas que solo las podemos imaginar en blanco y negro, sino en todos los momentos y hechos de nuestra existencia. Bástenos en pensar en lo que sucedía en aquellas pelas de la primaria, donde el más macho era el que se atrevía a aceptar el reto para el recreo o para la salida, y al otro día con un ojo morado cruzar como héroe de la mítica Grecia, el patio de la escuela con la admiración inmediata de todos. Es evidente que el ser hombre y macho debía ser una asociación natural, y ¡hay¡ de aquel que no caminara por este sendero, porque sería señalado con dedos de fuego en una cercanía casi maldita al sexo femenino.

Samuel Ramos y Octavio Paz desde hace muchos años nos dibujaron estos retratos con diversos colores, inclusive buscaron alguna explicación a este machismo tan sui géneris, tan adaptado a nuestro ser mexicanos.

Hoy nos queda muy claro que no se puede entender el ser macho sin violencia, o sin tener la casa chica, no es concebible un macho de verdad sino platica con lujo de detalles las muchas veces que fulana fue suya y la multitud de orgasmos cósmicos que tuvo, pero sobre todo que le provocó; y aún ya siendo un hombre otoñal disfruta si los amigos lo ven con atención pero más con envidia cuando platica sus hazañas. Muchas veces son solo ficciones en su mente que a fuerza de repetir las siente como verdades.

 

 

EL MACHO Y EL SEXO

 

Sin lugar a dudas una expresión exclusiva de la masculinidad y por ende del machismo es el juego del albur, una rica forma gramatical de comunicación que seguramente surgió como subterfugio para evitar que personas ajenas supieran de lo que hablaban, y que rápidamente se situó en el lenguaje erótico, sexual y de seducción. El albur se practica entre hombres, entre machos que sobre todas las cosas aseguran su hombría y su preferencia sexual a toda prueba, y sin embargo en este juego del lenguaje buscan y rebuscan de cómo atrapar al oponente para que se convierta –por lo menos en el diálogo- en su pareja sexual, con quien practicar experiencias eróticas explícitas y que en la medida que gana la contienda de cómo acomodar palabras, sílabas y situaciones lo hace victorioso pero jamás un homosexual o maricón. Se trata solo de un juego, pero que muchos disfrutan constantemente de apostar a esta recreación del albur para ser felices.

 

El Macho mexicano no acepta la sexualidad sin el arrebato y la posesión, y aunque los tiempos modernos van derribando esas barreras edificadas a piedra y lodo, se continúa el proyecto genético de que un buen macho no solo no llora, sino de que es el que manda y es el que posee. El sexo entendido como la experiencia erótica le sigue pareciendo en una sola dirección, en su placer y en su dominio, y cualquier insinuación de un rol protagónico por parte de la mujer lo ve amenazador, sospechoso y por ende candidato a ser reprimido.

El macho así las cosas no logra disfrutar en su totalidad del sexo, está más preocupado en cuidar y vigilar sus “propiedades”, siempre se siente amenazado porque en el fondo no está seguro de sus capacidades amatorias, antes bien se siente limitado. Sueña siempre con un pene gigante y no deja pasar la oportunidad de cualquier remedio mágico para lograrlo, aunque este le cueste mucho dinero.

El Macho mexicano sufre en silencio y dice gozar a gritos.

 

UN MACHISMO DIFERENTE.

 

En un trabajo publicado en la revista Archivos Hispanoamericanos de Sexología en el vol… II número 2 en 1996 por la antropóloga Marinella Miano Borroso, explica después de realizar un trabajo de campo en la comunidad de Juchitán correspondiente al Istmo de Tehuantepec, en la sociedad Zapoteca de Oaxaca, de cómo se vive el machismo y de cómo se interactúa con la homosexualidad.

El machismo se cincela en todos los hombres desde que nacen, se les hace ver de sus privilegios y de sus derechos, pocas veces acerca de sus deberes, son los que mandan y los que pueden disfrutar de una existencia muy por arriba de las mujeres. Es también una realidad en esta comunidad que la figura del “mariconcito” (como le llaman con cariño todos los del pueblo) o MAMPO, no solo es aceptado sino que juega un papel social fundamental. Se trata del personaje que da vida a la comunidad, el experto en la cocina, en organizar las fiestas patronales, en poner los bailes de los 15 años, y sobre todo en el sustento de la madre o hermana abandonadas, si justamente por un macho irresponsable.

De acuerdo a este estudio de campo, un alto porcentaje de los hombre maduros y de los que inician las lides del sexo, lo harán con los mampos, sin que esto –según ellos –implique sean homosexuales, puesto que fueron los activos, JAMAS los pasivos.

Es evidente así las cosas que la sexualidad y el machismo corren juntos pero con aristas diversas; por un lado el querer sustentar a la conducta del macho a la fuerza, y por otro lado una expresión de la sexualidad que fluye pero que sigue estando oculta.

 

CONCLUSION.

 

Ya ha llegado el tiempo en que el macho mexicano baje las armas, deje de estar en guardia, y aprenda a vivir  la experiencia del amor sin llorar todas las veces. El macho llora con los gritos, con la soledad y con el alcohol, y le cuesta tan caro que lo paga con la vida. Hoy debemos empezar a construir un nueva camada de hombres con el compromiso del amor, y sin la carga de la figura macha, aunque como hemos visto en los estudios muchas veces solo sirven para cubrir una preferencia sexual diferente.

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