La política en tiempos del coronavirus
La tragedia de una familia, de una comunidad y desde luego de un país se amaina cuando la figura del líder se yergue categórica; cuando después de buscar consejos sabios sabe tomar decisiones definitivas y no da marcha atrás, aunque esto significa sufrimiento de su familia, o de su comunidad.
La pandemia de Covid-19 es una realidad, el capitán de México debe saber que su barco aún ahora navega en mares calmos, pero que a corta distancia -le ha dicho el vigía-, vendrán las grandes olas y la tormenta será infame. El capitán ha escuchado rumores de que los marinos se quieren amotinar porque creen que lo mejor es regresar, y ya hay algunos que están haciendo grupos por separado. Como dijera Nicolás Maquiavelo en el siglo XVI en su libro “El Príncipe”: “es mucho mejor que te tengan miedo a que te amen”; pero el líder ha titubeado y dejado que los rumores se hagan como bola de nieve que crece día con día.
Algunos marineros, los de proa, es decir los del norte, ya han pensado en dividir el barco, aunque saben que es imposible; creen que con su visión de estado y habilidad con el sextante muy superior a la del capitán lo harían mil veces mejor. Sin embargo, el jefe y dueño del barco tiene siempre otros datos, otra información y con su optimismo que irradia todos los días, sabe que pronto todos los marineros volverán a creer en él, como al mismísimo Dios.
El virus está ya entre nosotros, y si ahora son solo de 30 a 50 muertes por día, vendrá el momento en que serán diez veces más. Estamos pues, ante una crisis de muerte donde cada día como si fuera una ruleta rusa levantamos la cabeza y la bala puede pegar certera; los más viejos caminan sobre una cuerda floja donde ahora como si fuera poco, también deben pensar en una guía bioética que no sopla a su favor.
Hoy es el día cuando todos los mexicanos deberíamos estar unidos mirando en una misma dirección, soñando en que el sol de nuevo traiga salud, y la esperanza de que el miedo se acabe para siempre; pero si el líder se empeña en descalificar a quien pretende cuestionar su “vida pública”, y desdeña al que ose en no estar de acuerdo con su visión, genera más ansiedad y desasosiego. Los intereses políticos corresponden a otro tiempo y a otra circunstancia, y solo el Presidente tiene el poder de imponer orden y lealtad.
La invitación a desobedecer las indicaciones que el subsecretario de salud hace todos los días, por parte del periodista Javier Alatorre, creo fue inoportuna y oro molido para la corte de apoyadores del Presidente. Es evidente que Alatorre hacía énfasis en que, de acuerdo a gobernadores del norte, la información es incompleta y desfasada en el tiempo, y que sus explicaciones muy académicas de todos las tardes-noches suelen ser muy acomodadas; sin embargo es evidente y real que desde el punto de vista médico son certeras y precisas. El Dr. López Gatell al frente de su equipo de epidemiólogos, está conduciendo con certeza este momento único y doloroso de nuestra vida.
Los mexicanos somos muy generosos, pero también cuando alguien cae, como gambusinos que encuentran oro nos vamos todos sobre él: el presidente de inmediato remarca su apoyo al Dr. Hugo, y con una condescendencia que emociona, habla de su amigo Javier Alatorre al que califica de persona buena, pero que se equivocó. Horas más tarde es la Secretaría de Gobernación la que en una carta oficial exhorta, amenaza y regaña insinuando un castigo más fuerte.
De esta forma todo está echado a la suerte, y el comunicador respetado y muy conocido tendrá que renunciar, porque su jefe preferirá deshacerse de él a quedar opaco ante el Presidente.
Cuando se mezcla política con urgencia sanitara perdemos todos, y solo avivamos más los odios y la distancia, que por cierto no se trata de “la sana distancia”.
Al capitán del barco le quedan pocas cartas para hacerse del liderazgo, y aunque es una emergencia sanitaria, no debe quedar en manos del Hugo, como él le dice con deferencia, sino en las manos de quien fue elegido por 30 millones de mexicanos.
El barco se mueve con dificultad y aún no se ve que los marineros del norte sean obedientes, ni que sean tomados en cuenta por el capitán.