¿Cuándo saldremos del túnel?
Por: Antonio Peralta Sánchez
No, no es una pesadilla de la que ya queremos despertar, es una realidad…
Como una tragedia arrancada de la Divina Comedia de Dante cuando recorre los infiernos, hoy asistimos a escenas inimaginables de la vida:
-El Papa Francisco solo, con un caminar lento y doloroso cruzando la plaza de San Pedro acompañado solo por una pertinaz lluvia, para dar una bendición especial urbi et orbi para encontrar la fuerza del milagro.
-Países orgullos por su historia marcada en sus monumentos, sus calles y museos, arrinconados por un virus llamado Covid-19 que como saeta mata a miles de personas ensañado en los más viejos, sin dar la oportunidad más humana de despedirse de los suyos.
-Países hundidos en la miseria como Ecuador, con muertos guardados en las casas por no tener dónde enterrarlos, y prefiriendo quemarlos en sus patios, en su acera, o en el centro de sus calles.
-Un país altanero y poderoso que por siempre se ha sentido el dueño de la tierra, con el mayor poder económico, con la tecnología de punta en el arte médico, y con un presidente que se siente dueño de vidas y de mares, hoy se inclina con las manos levantadas pidiendo al eterno que pase esta bruma porque en Estados Unidos cerca de dos mil personas mueren cada día.
-Un país como México que camina sin rumbo y sin líder, donde cada gobernador y cada pueblo empiezan a tomar las medidas que sus sanos juicios les dictan, pidiendo el milagro del eterno, que el golpe sea leve, porque para uno muy fuerte no estamos preparados.
Esta es la realidad en esta penumbra de la vida. La ruleta rusa se mueve en cada mano de cada mexicano, y aunque siempre creemos que a mí nunca me toca, estamos caminando sobre un puente colgante donde faltan ya muchos escalones, y vemos con mucha claridad que los que adelante van, se han empezado a caer.
No, no es una pesadilla de la que ya queremos despertar, es una realidad de un mundo muy dañado y que posiblemente con una voz de trueno nos está reclamando: daño ecológico, daño a los ríos, las montañas, los glaciares, pero sobre todo daño al eje central de nuestras vidas: la vida humana. Nos hemos estado lastimando con la trampa, la corrupción y con la muerte. Bástenos recordar en número de homicidios dolosos en nuestra patria, los asaltos, los secuestros y la INFAMIA.
Aun así, no creo que sea un castigo, sino una consecuencia, y que hoy la vida nos da la oportunidad de resetear nuestras vidas como si fuera una computadora, con un virus impregnado para que cuando la luz del túnel se vislumbre entendamos que ahora sí:
-Seré formal en mi trabajo que tanto extraño en este encierro que se alarga.
-No haré trampa, aunque se siga pensando que “una trampita a nadie le hace daño”.
-Hoy revaloro el valor de la familia como único y total centro de remanso y paz, aunque con la fuerza de los días enclaustrados todos quisiéramos como dijera Juan Manuel Serrat: “Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.”, así nosotros: vuelven los niños a clases, los Godínez a su empresa y las casas a su calma.
-Hoy yo gobierno, empezaré a diseñar planes no para tres o seis años, sino para toda la vida erradicando para siempre algo que se llamó: corrupción.
-Hoy disfrutaré del verdor de los árboles, de los jardines y aire fresco de las mañanas.
-Hoy les diré a todos mis familiares y amigos que los quiero, y que lo más valioso es la vida y la libertad de poder ir a la tienda de la esquina.
Todo pasará y las rosas de los jardines volverán a tener roció.
Ojalá que tengamos la prestancia para tomar la nueva oportunidad con la grandeza de los mares, que los líderes de enarbolen con creces sus mandatos. El que no sienta el fuego de la sabiduría en sus manos que se vaya, porque de algo estoy muy seguro: no habrá una tercera oportunidad.
Créeme, ya se empieza a ver la luz del final del túnel…