DE CUERPO ENTERO

La historia de Maricela, para estos tiempos nefastos de Covid

(Un hecho real)

Cuando Maricela llegó a Los Ángeles en Estados Unidos, jamás imaginó que allí encontraría al amor de su vida. La travesía por la frontera fue apabullante y con un miedo, que aún ya estando con su hermano en piso firme lo sentía atravesarle el corazón. Nunca había salido de su pueblo, y a sus 20 años la multitud de luces, de carros y de cosas nuevas le revoleteaban en la cabeza.

Vicente Guerrero es un municipio del Estado de Puebla localizado en la Sierra Negra, enclavado en esas comunidades llenas de frío pero sobre todo de pobreza; pero eso sí, siempre son la bandera de los candidatos en campaña, porque ahora sí saldrá de la lista de los municipios más abandonados de la patria, aseguran con énfasis todos los políticos que llegan.

Después de tres años, Simona y Ausencio suelen pararse en el quicio de su casa todas las tardes para ver si por una razón divina, su Mary llega corriendo de esas tierras tan lejanas. Sus padres saben apenas leer y escribir, pero cuando van a Tehuacán –la ciudad más cercana- con la ayuda de una ahijada dice Simona, “por medio del internet veo a mi Mary y a mi Carlos y cómo los quiero abrazar y besar como cuando eran chiquitos”.

Para los dos hermanos la lucha de ser indocumentados es de todos los días, caminar con miedo y sentir solo paz cuando llegan a su departamento, pero como el tiempo aplaca hasta los dolores más intensos, Mary se ha ido acostumbrado a lavar platos desde la tarde hasta que pasa la media noche.

Una mañana cuando salía con disimulo de un templo dedicado a la Virgen de Guadalupe, la misma de su pueblo, vio que un muchacho de pelo güero y con brazos tatuados la miraba con insistencia; caminó rápido a su casa creyendo que se podía tratar de agentes de migración. Hasta una semana después lo vio nuevamente en el mismo templo, sintió calosfrío cuando se acercó y le preguntó en un español claro: 

  • ¿Cómo te llamas?

Mary con miedo evidente respondió con rapidez: 

  • ¿Y para qué quiere saber?
  • Te he visto varias veces en esta iglesia y veo que eres devota de la Virgen, también lo soy yo, yo me llamo Harvey Pérez. 

Mary sonrió por su nombre, y ya con miedo aplacado le dijo su nombre y desde cuándo estaba en este país; le platicó de cómo extrañaba a sus padres, y supo que Harvey había nacido en USA de padres mexicanos, que trabajaba en una gran construcción de la ciudad.

  Se siguieron viendo las semanas siguientes, les gustaba estar juntos en el templo, Mary siempre creyó que Harvey era albañil, y cuando alguna semana no llegaba se sentía triste, y más quería tener a su madre a un lado de ella.

Carlos había notado el cambio de su hermana, se arreglaba más cuando iba a la iglesia y siempre regresaba con una sonrisa plena, con sus ojos negros más encendidos, y con ganas de platicar de muchas cosas.

  • Mary, quiero verte más seguido: ¿quiere ser mi novia? –  le preguntó un día Harvey 

Ella sintió que un rojo alucinante le cubría el rostro; muy suavemente se acercó y la besó dulcemente en los labios. Mary supo después que no era albañil, sino el arquitecto en jefe de la magna obra en construcción. Carlos veía con desconfianza esta relación, pero al ver la transformación de su hermana le hacía sentirse feliz, y cuando hablaba con Simona –su madre- solo le decía: “La Mary ya tiene novio”.

Pasaron los meses, y una tarde de invierno cuando los vientos son fuertes, Harvey invitó a Maricela a ver la obra que estaba construyendo. En lo más alto del edificio a una señal de Harvey, cuatro albañiles levantaron una gran manta con letras rojas y negras: “MARY, ¿TE QUIERES CASAR CONMIGO?”, y al mismo tiempo, un amigo encaramado en una motocicleta se acercó para dejarle una caja enorme de cartón. Ella no atinaba a entender lo que pasaba, y como niña con juguete nuevo empezó a abrir la caja para encontrar un anillo brillante que Harvey colocó en su mano con amor infinito.

Ella flotaba como una suave pluma, y con llanto en los ojos sentía que sus padres estaban con ella, que la abrazaban y compartían su dicha, exclamó:

  • En mi pueblo se acostumbra ir a pedir a la novia, y los padres ponen un plazo para la boda, sé que eso es imposible porque están muy lejos, y porque nunca podrían venir.

Harvey, abrazándola, le dijo resuelto: 

  • Si ellos no pueden venir yo sí puedo ir a pedir tu mano, sé que los extrañas mucho; yo seré tus ojos, yo seré tus brazos, yo seré tu corazón.

A la semana siguiente viajó a la ciudad de México, después a Tehuacán Puebla, y de allí en un autobús de tercera y en un viaje de más de dos horas a Vicente Guerrero.

Los padres de Maricela sabían del viaje del novio, y Simona desde una semana antes se dedicó a limpiar la casa, escombró el patio y los dos puercos que siempre han tenido, los encargó con su comadre Chole por eso de que hacen puras marranadas; decidió para el día del encuentro el mejor menú que sabía: arroz rojo bien hecho, y claro un chilmole de pollo.

Harvey mientras cruzaba pueblos llenos de pobreza, también supo admirar el esplendor de las montañas, la silueta magnífica del volcán Pico de Orizaba, y con un corazón pasmado en el amor imaginaba que estos habían sido los caminos de su Mary. Desde que la vio la primera vez la amó con una intensidad distinta, ella era genuina, sus ojos negros como rayos de noche le habían cautivado, y se decía mil veces: “por mi Mary haré todo en la vida”.

No hacía falta que los presentaran, los conocía de sobra por fotos, había ya platicado con ellos una vez por teléfono, y cuando los tuvo enfrente los abrazó con ternura, les pidió con un titubeo sutil, si les podría llamar padres y besó a los dos, recordando que era ya los ojos y los brazos de su Mary.

Cenaron como una gran familia, y Ausencio, hosco y de pocas palabras, con un vaso lleno de vino tinto que Harvey llevó par tal ocasión, solo atinó a decir:

  • Javier o como sea tu nombre, solo puedo decirte: “gracias por querer a mi Mary, gracias por venir a pedir su mano, porque sé que si fuiste capaz de venir a este pueblo lleno de pobreza es porque la quieres bien, cuídala, te la encargo mucho”.

Harvey regresó a Estados Unidos lleno de regocijo porque le habían concedido la mano de Mary, hoy ya tienen dos niños, y luchan porque pronto arreglen sus papeles para venir todos juntos a ver a Ausencia y a Simona, que siguen esperando todas las tardes desde el quicio de su puerta. Esperan besar y abrazar a sus nietos porque saben que el amor es la fuerza de mil mares que lo puede todo.

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