DE CUERPO ENTERO

Una reflexión para mis hijos en tiempos del Covid

Hace ya muchos años, cuando creía que la vida era tan larga que se veía eterna, cuando dejaba para mañana lo que se podía hacer hoy, cuando dejaba de disfrutar una mañana machacada por un sol esplendoroso, por estar “preocupado” en que no tenía para el boleto del metro para ir a la universidad; o cuando me daba pena extrañar a mi mamá que recientemente había muerto, porque sentía que la vida así me había tocado, y que todo pasaría, descubrí que el vivir es maravilloso.

HOY me doy cuenta que la vida siempre es justa, que la vida como un río caudaloso busca sin cesar su camino de origen, su vereda de siempre, y aunque le pongamos trampas, piedras, olvidará sus pasos por siempre caminados. Lo que sembré ayer maravillosamente lo cosecho hoy, y de eso les quiero hablar:

Cuando su abuelita se fue, me rebelé con la vida, con Dios y con mi suerte; habían sido muchos años en que no la había disfrutado, los unos por estar internado y los otros por ser muy pequeño, y aunque uno exprima el pensamiento son sólo recuerdos vagos y nebulosos; sin embargo sí me queda clara la imagen de una mujer muy generosa y con una gran habilidad para formar ideas, para hilar pensamientos, y que sabía ver el aroma de los campos, oír el aroma de la laguna y disfrutar de los versos de las alabanzas de la iglesia. 

Hoy la siento más cerca y estoy seguro que ustedes tienen una suerte increíble porque desde el cielo los ama, y sobre todo los cuida. ¡Qué afortunados somos! 

La vida como un camino continuo ofrece obstáculos, valles, montañas y tormentas inesperadas, como ahora el miedo a un virus que nos acecha, que como verdugo maldito día a día se lleva mucha gente; sin embargo siempre existe la oportunidad de ver un mar inmenso y apacible, y un cielo con tantas estrellas que después de cien, da flojera seguir contándolas porque inevitablemente nos equivocamos.

El gran secreto de los triunfadores es saber justamente que cada paso con dirección y rumbo lleva inexorablemente al triunfo y a esos momentos gratos que llamamos felicidad.

En este recuento de lo cosechado, y ciertamente sin cansarme de dar gracias a la vida, conocí a su madre: una mujer excepcional y única, que hace años tomó la maravillosa decisión de dedicar su vida a sus hijos, a cuidar y guiarlos en esos años donde la madre es el eje de la construcción de la vida; que como las grandes cascadas del mundo siempre se mueven, siempre dan luz, siempre hacen ruido y no permiten dejar de verlos porque son grandes, y porque sus proyectos y sueños me hacen sentir una gran paz y una enorme satisfacción.

No entiendo mi vida sin la presencia de su madre, sin su amor y sus palabras tiernas de todos los días, cuando al hablarles por teléfono es primero una dulce declaración de un amor eterno. ¡Qué afortunado soy!

Mis nietos arribaron como ángeles en el momento exacto y con la misión perfecta, convirtiéndose en los soles que tanto nos hacían falta.

Es posible que en este caminar de la vida encuentren barrancas aparentemente insalvables, que dan miedo, pero ante eso será solo el buscar la vereda perdida para brincarla y llegar a la meta.

La pandemia pronto pasará y volveremos a abrazarnos, a besarnos, porque el amor es siempre más poderoso.

¡TODO PASARÁ!