El ánimo de Lucy
- Los años, los ingratos años ha ido dejando marcas y secuelas en Lucy…
Lucy tiene 86 años y vive sola; su marido tuvo la puntada de morirse hace 15 por un infarto imprudente, y desde entonces quedó al cuidado de su hijo en la misma casa, pero no revueltos.
Como algo natural de esta vida a veces incomprensible, el adulto de más de 60 años si no estableció una familia “clásica”, suele ser más solitario y aislado porque teje su existencia en valores excelsos pero muy personales: leer, dar de comer a las palomas, cuidar a sus mascotas, y dar consejos certeros por teléfono a amigos lejanos, o aquellos que saben de su bien pensar. Así, el hijo de Lucy cruza la vida abarrotada de geranios.
Los años, los ingratos años ha ido dejando marcas y secuelas en Lucy, camina con dificultad y su bastón es su fiel compañero ahora de todos los momentos. Su casa de unos cuartos pequeños la sabe hacer grande día a día, y aquí empieza la grandeza de Lucila.
Cuando se enteró de la pandemia que amedrenta pero sobre todo que mata, decidió no salir nunca hasta que el famoso virus se haya alejado por los mares; sabe que éste viene por los viejos, y ella quiere vivir porque, aunque su cuerpo diga lo contrario, su ánimo es de una mujer joven y entusiasta. Ya lleva tres meses en encierro y su miedo es tanto, que solo permite que le dejen la comida a la puerta y con sigilo la mete y la administra para todo el día; le gusta mirar la tele, pero más hablar por teléfono, por lo que a su manera es una “influencer” que puede hablar hasta dos horas seguidas recordando siempre y sin reparo.
Su nieta mayor tuvo la brillante idea -reconociendo sus debilidades- de establecer un día dedicado a la abuela y le llamó: “Martes de Lucy”, y así justo a las 8 de la noche, por teléfono se enlazan dos de sus hijas y sus nietas; es como un zoom por teléfono donde se trata de acompañarla y sobre todo de escucharla. Saben que repetirá las historias de siempre, que de tanto contarlas las va aderezando con nuevas y seguramente inventadas ocurrencias, pero el momento culminante de los martes de Lucy es cuando decide cantar.
La nieta mayor se prepara para contar con ella el repertorio que no falla cada martes: “Fallaste corazón”, “Cielo rojo”, “Espinita”, “Creí”, “El Rey”, y ya con la ayuda de youtube la nieta mayor, la siempre presta a todos los detalles, busca rápido las canciones que sabe inevitablemente pedirá porque le recuerdan al viejo, como suele recordar a su esposo, que a pesar de los años lo tiene presente a cada instante. Entonces vienen las canciones de dolor y de recuerdo: “Amorcito corazón”, “No hay novedad” y “Celoso”.
Así ocurre cada martes, cada encuentro que da testimonio del significado profundo de un “Influencer”, porque Lucy con su actitud genera una influencia que trasciende; no sabe de redes sociales ni de Instagram, solo entiende que ama a sus hijos, a sus nietos y a sus bisnietos.
Hoy cuando nos hacemos bolas de cifras de muertos y enfermos, cuando no entendemos ya los mensajes absurdos y contradictorios desde las altas esferas del gobierno, y cuando ellos mismos ya se perdieron en los colores de los semáforos que ahora resulta que tienen cuatro, yo te invito a que imitemos a Lucy:
-Es optimista porque dice que ya no quiere escuchar de muertos y enfermos, y prefiere atender a su tortuga que posiblemente tenga su misma edad;
-Es positiva, porque siempre espera un mañana diferente, aunque esto solo sea para ordenar su casa con la parsimonia de una mujer ya casi de 90 años;
-Es paciente porque cuando sus tareas se acaban -que es rápido- se sienta mirando al teléfono ha esperando la llamada de sus hijos, de su hermana o de sus sobrinas; siempre espera y de eso ya está acostumbrada;
-Es tierna porque quiera con premura una fotografía de su bisnieto más reciente, Nicolás, que no ha visto y ya cumplió un año y lo quiere cargar para cantarle cantos de cuna que solo ella sabe:
-Es práctica porque sabe que no debe salir, y que puede esperar el tiempo que sea necesario, y así con soltura dice: “si es necesario sigo encerrada un mes más”.
La pandemia nos ha obligado a inventar muchas cosas: nuevas formas de trabajo, nuevas y revolucionarias formas de compartir y sobre todo a hablar mucho con quien tenemos enfrente; pero lo más valioso, a sacar los afectos y sentimientos que casi siempre tenemos muy guardados.
Actuemos como Lucy, que sin tener miles de likes o llegar a ser trending topic, sabe tejer su vida con ilusiones muy sencillas. Dice: “cuando todo pase quiero ir al Saucito y con el Señor de los trabajos” (templos religiosos).
Si los dirigentes de México tuvieran la sensibilidad de Lucy, nuestro país navegaría en estas tormentas con un destino claro, y no en peleas mezquinas y necias que nos evitan ver las noches llenas de estrellas.