Cuando todo termine
Apenas en diciembre con los afectos a flor de piel y con aires de navidad, nadie imaginaba que un terrible iceberg nos esperaba; como el Titanic navegábamos sin zozobra en un mar en calma. Las primeras noticias llegaron junto con el año nuevo desde tierras tan lejanas, que imaginamos que este virus coronado se quedaría pasmado para siempre.
Hoy, a cinco meses de tormentas y nubarrones que no se van, vemos con dolor que la muerte acecha con donaire, en especial a la gente mayor.
Veamos: Estados Unidos se acerca a 1.8 millones de personas contagiadas y ya rebasó las cien mil muertes; Brasil que ha superado 23 mil defunciones; México ya con 10 mil; Perú con cerca de cuatro mil ciudadanos fallecidos.
El paisaje en general en América Latina es abrumador: ya con más de 800 mil casos de contagios, donde por ahora campea Brasil con más de 800 defunciones en las últimas 24 horas Tan solo cinco países de Latinoamérica han logrado recuperar el 50% de sus contagios detectados: Cuba con un 78.4% de recuperaciones, Uruguay 75.5%, México 66.7%, Panamá 65.6% y Costa Rica con 64.3%.
Sin embargo, los médicos sabemos que la historia natural de una enfermedad por muy violenta que sea llega siempre a su final, y es entonces cuando iniciaremos la restauración, la rehabilitación de lo que la tormenta haya dejado.
¿Y cuándo todo termine?
-Regresaremos a la superficie de un planeta llamado tierra que no será el mismo, que al parecer le hizo bien cuando sus ríos son más limpios, sus playas menos sucias y la contaminación ambiental a la baja;
-Descubriremos que el miedo como viejo tatuaje se nos ha quedado impregnado, nos darán miedo las aglomeraciones de personas, y por mucho tiempo la “sana distancia” será nuestra ruta;
-Veremos con asombro que las compras a distancia a pesar de las tiendas abiertas, seguirá fluyendo, porque descubrimos que son prácticas y sencillas;
-Asistiremos a partidos de futbol por la televisión, donde el publico serán tan pocos que recuerden los inicios históricos de este deporte: pocas personas y casi en silencio;
-Nos daremos cuenta de que ante el miedo y siempre en espera de la vacuna, todo será en pequeño y entonces nos daremos cuenta de que hemos perdido mucho, mucho.
Los seres humanos necesitamos –y ahora lo añoramos- caminar por las calles, descubrir un café nuevo o descubrir que la tarde tibia suena bien con un helado; que nos hace falta abrazar a los amigos, besar a los hijos, estrechar a los nietos o rezar en la iglesia.
El mundo fue inventado para que hagamos veredas todos los días para atrapar una mañana de invierno en una playa helada, o esperar una tarde con los pies mojados en un rio caudaloso.
Hoy vivimos atrapados en el encierro porque tenemos miedo, y aunque los rumores falsos son tan diversos de que nunca ha existido el famoso coronavirus, de que el mismo gobierno de los Yanquis creo el virus para su conveniencia o hasta de que todo se trata de un cochino negocio de las vacunas, la realidad es que existe, y que toda esta incertidumbre surge ante la información a veces absurda y contradictoria: curvas aplanadas que ascienden, fin de la jornada de “sana distancia” pero estamos en semáforo rojo, y debemos seguir confinados; o “ya domamos la pandemia” pero las defunciones aumentan.
Y lo más lamentable: el Presidente del país decidir hacer una gira en plena contingencia a los lugares de mayor contagio, y solo con el fin de dar “banderazos” a obras desde siempre cuestionadas.
Su gira no solo implica riesgo personal, sino que expone a cientos de mexicanos al movilizarse por su presencia, y esto es un mal mensaje para todos.
Sin embargo, a partir de ahora y cuando todo termine la nueva vida dependerá de nosotros.
Porque nos dará otra oportunidad para dibujar nuestras vidas y nuestro entorno con colores más reales, con luces relucientes y verdades totales. Debemos renacer desde adentro con una actitud renovada; no es válido imaginar que regresaremos a lo mismo, porque si era bueno tiene que ser mejor, y si existían fallas deben haber partido con el virus en forma de corona.
Desde hace 40 años en Estados Unidos y en México apenas hace poco, fluye una filosofía sustentada en el derecho: COMPLIANCE, el cumplimiento cabal de toda actividad, que no acepta la trampa, la corrupción o la mentira; invoca que toda empresa del tamaño que sea, debe tener un oficial de cumplimento, quien vigile la exactitud de sus procesos, de sus trámites, eliminando todo aquello que sea perfilado como corrupto, apostando a que sea un baluarte en el desarrollo armonioso de una empresa.
Cuando todo termine, debemos replantearnos la necesidad de un agente de cumplimento simbólico en cada uno de nosotros, para que re-enfilemos en hacer –como dice compliance- todo bien y a la primera; que sepamos que el mundo puede cambiar, pero seguirá siendo hospitalario si sabemos renacer con orgullo y dignidad. Bien sabemos que las cosas y los bienes no generan siempre paz, y que por nuestra profesión la vida nos brinda el liderazgo que debemos ejercer con la amplitud que la ética y el bien hacer nos dicta desde ahora.
Winston Churchill decía: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.