DE ADICTO A ADICTO

El alcoholismo: Enfermedad maldita y perversa

Está comprobado científicamente, que los hijos de padres alcohólicos, nacen predispuestos a adquirir la enfermedad, claro, que en su conjunto son infinidad de factores para que la maldición caiga en los hijos. Esta enfermedad, la mía, es cruel; la llamo “la Saliva del Diablo”. Es mental, física, emocional, espiritual y tiene mucho que ver en la personalidad del individuo, por supuesto que es contagiosa, muchos quieren salir del pantano de arenas movedizas, pero no pueden, otros, militan en los grupos de autoayuda, pero viven sufriendo en borrachera seca y dando un infierno a la familia.  

Debido a las conductas tóxicas que no corrige, el alcohólico, nace y se hace en su hogar disfuncional, se intoxica con cerveza a diario olvidándose de que la espumosa, es la droga de mayor consumo en el mundo y la que más muertes causa. 

Muchos, creen que es un resfriado, a la larga, brotan los daños al hígado, corazón, pulmones, cerebro y el drogadicto, el alcohólico, se convierte en un parásito sumamente enfermo, negado hasta las cachas, no acepta ni quiere ayuda.

La enfermedad se transmite de una generación a otra

La tendencia de las hijas de un padre borracho, tóxico, mediocre, es que busque a su papá a través de sus novios. Habrán de encontrarlos, celosos empedernidos, controladores, manipuladores, austeros en la comunicación, tipos raros llenos de conductas tóxicas, que no harán otra cosa más que revivir lo que vivieron con su padre: un maldito infierno. Cometerán los mismos errores de la mamá, que como esposa de un alcohólico, aprende a ser neurótica, a vivir con ansiedad, a sentir que ella tiene el control, pero no es más que un juego emocional. 

Son estas niñas, en muchos casos, las candidatas al fracaso. Casos como niñas que se vuelven madres, o madres solteras, entran, tarde que temprano, a la incertidumbre que construye un alcohólico. Crecerán inseguras, con la autoestima híper baja, víctimas de los trastornos alimenticios, serán unas codependientes con todas las manifestaciones de una vida disfuncional, triste, y con un alto riesgo por convertirse en alcohólicas o adictas a cualquier sustancia o conducta tóxica. 

El alcohólico se roba el destino de sus hijos, los daña severamente en lo físico, lo mental, lo emocional y lo espiritual, paga sus facturas cuando sus hijos son drogadictos, maniacodepresivos y no son libres, no salen -como el padre- de la mediocridad y esta triste historia, se repite, una y otra vez.

Un padre alcohólico, siembra de miedos e incertidumbre a sus hijos, los hace mentirosos, indecisos, endebles, tristes… Son los niños de hombros caídos, cara apagada, formales, indecisos, confundidos, solitarios; son niños que cuando entra la sustancia a su cuerpo es como si fuera un arrullo al alma. Son estos niños, los que se prenden de la botella, no pueden dejar de sustanciarse, están llenos de resentimiento, son niños, con profundas heridas del alma que no han podido sanar y es ahí la complejidad de esta enfermedad que entre más consume, más te hundes. 

Yo me volví loco, lo perdí todo, la droga me robó el sano juicio, me despojó de mi familia, me arrebató mi paz interna. Yo me drogaba para vivir y vivía para drogarme, me corrieron de mi trabajo, tuve que vivir mi propia experiencia y celebro mis primeros 22 años libres de sustancias, libre de dolor y de sufrimiento. Recuperé a Ernesto, a mi familia, gracias a Dios.

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