
RETRATOS HABLADOS
En la pandemia que no ha terminado, y nunca terminará, el regreso a la “normalidad” nunca ha sido tal, porque la preocupación ante cualquier nueva variante del Covid-19 se antoja un año de encierro, caída en el ingreso económico, y la evidente desesperación por no saber a ciencia cierta lo que habrá de venir.
Ahora que ya terminaron las campañas políticas en Hidalgo, de alguna forma aspiramos a que regresemos a cierta “normalidad” luego de un atragantamiento de propaganda de todos colores y sabores, pero también caemos en la cuenta de que ni en lo del Covid, ni en lo de la política, volveremos a ser los de antes.
Por supuesto, este no es un texto que hablará de futurismos políticos, primero porque estamos en plena veda electoral, y ni con el pétalo de una línea se puede mencionar a ninguno de los suspirantes. Así que no va por ahí el asunto, sí en cambio sobre ese tortuoso camino de regreso a “la normalidad”, que tal vez nunca llegue.
Porque de alguna forma la estructura completa de una sociedad como la mexicana, registra cada siglo un tipo de estremecimiento, una purga interna como cuando un niño se enferma y lo curan de empacho, que es necesaria, fundamental si no quiere perecer en el intento.
Esta “cura de empacho” no implica, por supuesto, una transformación integral ni mucho menos. Es eso, una pequeña purga con aceite de ricino, pan puerco y apretones a la espalda del pequeño que se niega a crecer. No pasa de esa acción, porque además todos entendemos que nada nuevo hay bajo el manto de la historia, y sí en cambio repeticiones al por mayor con algunas variantes, pero al final todos siguen siendo lo mismo.
Así que la amada “normalidad”, que a veces se confunde con la “añorada rutina”, desde hace mucho que no regresa, y parece el momento de hablar con claridad, que si algo se extraña es que la vida siga igual, como en la canción, que unos nazcan, otros mueran, y otros que lleguen, continúen las obras.
Sin embargo, en esta larga espera que concluirá cuando nos volvamos a encontrar el día lunes, si en algo nos reconocemos, es en la necesidad de aprender que la historia no es una construcción de grandes proezas o hazañas, sino la simple tranquilidad de mirar que el tiempo pasa, nos mira, a veces gusta trepar en su carreta a los que deben irse por adelantado, pero es el mismo, el eterno de siempre.
Así que la normalidad es simplemente eso, una paciente y calma normalidad, que tanto se extraña cuando creemos estar en el tiempo de las transformaciones absolutas, que, dicho sea de paso, nunca han existido.
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@JavierEPeralta