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¿CUÁNTOS FUERON?

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¿CUÁNTOS FUERON?

FAMILIA POLÍTICA

Manifestaciones, mítines, marchas, concentraciones, plantones… como quiera que se denomine una movilización masiva popular, deben tomarse en consideración: el fin, los medios, los actores, el impacto en la opinión pública, la repercusión en el ambiente social y material; el nivel de importancia que se dio en los altos niveles del poder gubernamental, al innegable fenómeno de “ruido” en los niveles de evaluación y/o en el ámbito de auto gratificación, ante un estilo personal de gobernar que, bien o mal, tiene seguidores que ven cosas diferentes en el análisis de los mismos hechos.

Otra vez la vieja polémica en el tema maquiavélico del fin como justificación de los medios; nuevamente la polarización de la opinión pública entre aquéllos que juzgan que todo lo que hace el gobierno es claro ejemplo de mediocridad, demagogia, mentira, mala fe… y quienes desde su zona de confort en la maquinaria del poder, atribuyen una y otra vez a enemigos más imaginarios que reales, intentos reivindicatorios, nostalgia del poder perdido, donde la resignación no llega, antes bien, se fraguan consignas, se elaboran complots, se organizan opiniones en las redes, en la prensa internacional, en las mesas de café, en la conversación de boca a boca, que van directas a minar el prestigio del sistema… 

Durante la gestación de un movimiento se forman corrientes especuladoras en favor y en contra de los motivos que esgrimen, los que organizan y quienes los descalifican. Dentro de los foros que se suponen apolíticos o incluso beneficiarios del sistema y que avanzan como bola de nieve cuesta abajo, de tal manera que, si el movimiento está llamado al éxito, crece, crece, crece sin respetar las barreras reales o artificiales que se le pongan; hay algunos que mueren rápidamente de manera natural o, peor aún, nacieron muertos. 

La perspectiva nacional, suele diferir de las estatales. La pretensión de objetividad no siempre se ve coronada por el éxito. El peso de las ideologías, los intereses políticos o  económicos inmediatos, así como los umbrales de politización en las diferentes sociedades, determinan el grado de participación en las movilizaciones; desde un punto de vista serio, se notan profundas diferencias e, incluso, contrastes aparentemente irreconciliables entre las partes y el todo, pero al fin y al cabo, ésa es la cuestión, ideológicamente normativa de la República: aspiración de armonía, pero también, confrontación de realidades: el todo es poderoso; las partes débiles, escuálidas, incapaces de rebelarse a los dictados de quien detenta el poder central, que se supone federalista.

Cuando se acerca el día de la movilización, aquellos que están en su contra, seguramente tendrán noches de insomnio en compañía de sus asesores y analistas. Las contradicciones entre los diferentes puntos de vista están ahí. El ente que tiene la investidura oficial y moral para tomar las decisiones, marca un estilo personal de gobernar (como dijera Cosío Villegas). No todos se dejan ayudar o “desayudar”, según el caso. Montañas de información y desinformación se acumulan en los escritorios de los involucrados; por todos lados se busca la mano que mece la cuna; algunos actores pretenden hacer evidente su autoría, otros se ocultan; así, no siempre lo que se dice es; como dicen en mi pueblo: “uno es el santito y otro hace el milagro”. Desde luego, en el resultado aplica la máxima: “el éxito tiene muchos padres; el fracaso, es huérfano”.

En la reciente movilización se escuchó la voz enérgica, sensitiva, bien modulada y con clara dicción de Beatriz Pagés Rebollar; su discurso, como siempre: profundo, metafóricamente rico y con un propósito claro, sin titubeos ni actitudes timoratas. Beatriz sabe a lo que se expone; después de observar la experiencia de Ciro Gómez Leyva, sabe que los enemigos de la libre expresión no tienen límites para fabricar y ejecutar atentados. Tabasqueña ilustre, hija del inmortal José Pagés Llergo, tiene el fuego tropical en la sangre, la costumbre de hablar de frente, sin miedo, y de hablar bien.

El Ministro en retiro José Ramón Cossío, reconoció que la tribuna de masas no es lo suyo. No es el orador que encienda multitudes, sino el abogado de alta formación constitucionalista que, sin prisa, manejó una fina urdimbre de conceptos propios del argot que se utiliza en los altos niveles de la judicatura, pero sin la pedantería que suele caracterizar a este tipo de peroratas, sino con la virtud de poner al alcance de cualquiera, las majestuosas figuras de nuestra Ley suprema. Así, la dupla: Beatriz, la poesía, el arte oratorio en toda su intensidad, la profunda combinación de la emoción, el intelecto y la voluntad al servicio de un momento crucial para La Patria. El Ministro Cossío: respeto a su alta investidura; conocimiento jurídico y semántico de un mensaje especializado ante un público masivo, heterogéneo, pero con la clara identidad de su convicción republicana.

Que quede claro: el objetivo no es llenar la Plaza de la República sesenta veces, sino poner el espacio a disposición del pueblo, cuya indignación es la mejor forma de evitar el acarreo. El pueblo, ahora, está enojado; ojalá y no llegue al extremo de la vergüenza. Acordémonos de Octavio Paz, en su renuncia a la embajada de la India: “Un pueblo avergonzado, es león que se agazapa para saltar”.