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¿Cuánto cuesta la democracia?

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HOMO POLITICUS

Es evidente también, que la clase política tiene responsabilidad por su comportamiento, pero nadie obtiene un mandato al margen del pueblo, por lo que en el inicio de la cadena de mando debemos revisar desde donde se profieren las anomias y abusos del poder, para entrar a cuestionar y señalar a los culpables.

Ante la inoperancia mayúscula de los escenarios políticos surge el cuestionamiento ¿Cuánto cuesta la democracia?
    Si la respuesta tiene que ver con los costos económicos, los estragos se multiplican ante la pobreza y marginación social que en el país cobra un significado de inframundo.
    La desesperanza a nivel económico y el precario flujo de oportunidades sociales para la mayor parte de la población son indiscutibles, pero pese a que la mayor parte de la población ya tocó fondo y que la miseria no nos es ajena, las reacciones no son las que deberían ser, máxime cuando el porvenir es la pauperización y el ostracismo.
    Si la respuesta tiene que ver con los costos políticos, la democracia nos cuesta todo. La clase política es inoperante, salvo raras excepciones, y es incontrolable para el “mandato soberano del pueblo”, al grado que la corrupción es balconeada por propios y extraños, sin que ello haya marcado una reestructuración del poder político en México.
    Lo ocurrido con distintos gobernadores que son ampliamente señalados por actos de corrupción y abuso de poder, se suma a los actos de diversos funcionarios a nivel Federal y local, cuestión que asemeja a un frutero de manzanas podridas donde quedan pocas frutas que se salvan del gusano de la putrefacción.
Si en forma y fondo la democracia a la mexicana no es el mejor ejemplo de régimen de gobierno, ¿qué le depara a la ciudadanía?
Es evidente que si existen manzanas podridas,ello se debe a que la ciudadanía no se organiza para crear mecanismos y protocolos de control a la clase política; es evidente que si la clase política es incontrolable, ello también se debe a que la ciudadanía también tiene problemas de ética pública, porque ha sido cómplice directa o indirecta de las tropelías que hoy comete la clase política y por las cuales sufre la ciudadanía.
Es evidente también, que la clase política tiene responsabilidad por su comportamiento, pero nadie obtiene un mandato al margen del pueblo, por lo que en el inicio de la cadena de mando debemos revisar desde donde se profieren las anomias y abusos del poder, para entrar a cuestionar y señalar a los culpables.
Es tiempo de que la indolencia no sea el común denominador social.
(DIARIO PLAZA JUÁREZ)