Mochilazo en el tiempo
Uno de los beneficios que brinda la tecnología es reducir las búsquedas a minutos. Incluso existen diversas aplicaciones que rastrean los sonidos de una melodía y en instantes ya se tiene el nombre, el artista y la letra.
Durante el siglo pasado esta información no era tan fácil de obtener, los habitantes de ciudades adquirían pequeños librillos llamados cancioneros donde los textos venían impresos. Gracias a estos artefactos podían memorizar sus canciones favoritas.
Una de las versiones de los cancioneros fue hecha para compartirse. Durante siglos, familias y amistades se enviaban tarjetas postales para comunicar un momento importante o su visita a algún sitio del mundo: sentimientos y reflexiones viajaban en tarjetas de cartulina, generaban una conexión entre quienes las enviaban y sus receptores.
De esta tradición epistolar nació un tipo de tarjeta postal donde se imprimían las letras de las canciones más populares de las primeras décadas del siglo XX.
La llegada de los cancioneros trajo a la vida de quienes los compraban una nueva forma de compartir sus emociones, ya que antes sólo podían elegir las palabras de escritores como Salvador Díaz Mirón, Manuel Acuña o Amado Nervo para expresar todo aquello que sentían.
Tanto las postales como los cancioneros eran una mezcla de texto con imágenes: fotografías, grabados o dibujos con motivos arabescos. Solían estar intervenidos con acuarelas o lápices de colores para embellecerlos. En su mayoría, las figuras que aparecían eran femeninas, parejas entrelazadas, paisajes o monumentos.
Al estallar la Revolución el amor dejó de compartirse a través de las tarjetas postales; éstas desaparecieron de los puntos de venta tras el arranque de la guerra y la industria de la tarjeta postal tuvo que dar un giro: se dedicó casi al cien por ciento a la impresión de cancioneros.
Los cancioneros se convirtieron en un producto del agrado popular, ya que los tirajes eran variados, vistosos y económicos.
Tal cual como en la Edad Media, los corridos que estaban impresos en los cancioneros eran voceados y cantados por trovadores callejeros en sitios públicos donde se conglomeraba la gente. A través de su interpretación, decenas de personas que no sabían leer se enteraban de las noticias y de las hazañas de personajes importantes para la época, ya fuesen considerados héroes o villanos.
Si bien la Revolución trajo consigo un ambiente triste, también sirvió para que los artistas buscaran plasmar héroes que podían beneficiar al país: los cancioneros se llenaron de dibujos de las heroicas campañas los trenes, muchachos con metrallas y las Adelitas, se convirtieron en un fuerte medio de propaganda política el último tercio de la década de 1920.
Sus diseños, a diferencia de las tarjetas postales con poemas, buscaron resaltar ciertos valores nacionales a través de los trajes típicos.
El cancionero no se limitaba a la música, también era parte del teatro de revista. Piezas de esta manifestación artística se distribuían para que los espectadores pudieran disfrutar de sus monólogos favoritos desde el sitio donde ellos quisieran.
No hay una fecha exacta en la que se dejó de utilizar el cancionero, como referencia están los antiguos CD que contenían un librito con la letra de sus canciones. En la actualidad hay decenas de portales web donde se puede consultar esta información.