HOMO POLITICUS
Me pregunté muchas veces sobre la crueldad del tiempo, lo implacable que puede ser desde arrebatarnos a nuestros seres queridos como arrebatarnos la juventud. Más aún, lo llegué a concebir como un villano, como el tirano del hombre, pero en verdad, es el hombre el que lo ha edificado como constructo social, unidad de medida para marcar el inicio o fin de un ciclo, para asumir que algo existe y hasta donde existe.
Pero no es cronos el que genera el ayer y el hoy, sino la dinámica social que le asigna a la continuidad del acto lo que el acto implica y hasta donde lo implica. La asignación de cronos es tan vulnerable a nuestras vidas en cuando lo marcamos de acuerdo a nuestra interacción social y lo que concebimos de ella, ¡en ese tiempo fui feliz!, ¡es un tiempo gris!, ¡en aquel tiempo amé!
Cronos implacable. No perdona, en esos picaros años que no se detienen, que se acumulan como parte de la muerte que inicia con el nacimiento, en ese devenir donde los cambios se convierten en vejez, en incertidumbre de los pasos, de la fuerza que se diluye, de niños a viejos, de la vida a la muerte.
Pero cronos también otorga oportunidades. La historia de vida con sus encuentros y desencuentros se escribe con las risas y la nostalgia, con alegría y tristeza, en lo mágico y lo adverso, en lo claro y lo oscuro. En el tiempo del tiempo, se trazan los caminos de vida, se propone la primera propuesta de amor, se enlaza el primer beso y se extiende la libertad que fue oprimida en la infancia.
Cronos desde la visión de entrada y salida, allí se traza la esencia de las decisiones e indecisiones, aquellas que marcan la mayor impugnación al tiempo en ese “hubiera”, la inconsistencia de lo que se hizo o no. En este vaivén se escriben las páginas amargas, aquellas que están marcadas por la incertidumbre, aquellas cuyas huellas no permiten deshacerse del pasado, ese pasado cuyas cicatrices no pueden ocultarse.
En todo esto, cronos es vida y muerte, historia y trayecto, pero no injusticia; las huellas dependen de nosotros, de brindar amor y recibirlo, de confiar y apoyar, de una primera palabra y de una buena palabra. La palabra, aquella que conquista y enclaustra, aquella que en el tiempo se queda, emerge y no cesa, quizá en ella se construyó cronos, narrando su estela sin fin.