“Crisis en el ámbito de cuidados”

“Crisis en el ámbito de cuidados”

IGUALDAD SUSTANTIVA, EMPODERAMIENTO EFECTIVO.

Desde el documento de proyectos “Políticas y sistemas integrales de cuidados de largo plazo para las personas mayores” de Verónica Montes de Oca Zavala, el cuidado se define como una actividad característica de la especie humana que incluye todo lo que hacemos con vistas a mantener, continuar o reparar nuestro mundo, de manera que podamos vivir en él lo mejor posible. Este mundo incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades y nuestro entorno, que buscamos tejer juntas en una red compleja que sostiene la vida.

Los cuidados son construcciones culturales y sociales, pues cada sociedad define cuáles son sus propias necesidades de cuidados y las normas para su provisión, a través de distintas instituciones. A su vez, todas las formas de organización social de los cuidados “apuntan a concepciones diferentes acerca de lo que es y debe ser la persona humana, lo que es y debe ser una vida humana valiosa”.

El documento destaca a las estructuras imperantes de desigualdad social y económica que condicionan tanto el acceso a los cuidados como el deber de proveerlos entre las personas, de acuerdo con su identidad y su posición interseccional. Además, los eventos históricos junto a los cambios económicos, demográficos, sociales, culturales y políticos condicionan los procesos de envejecimiento y las necesidades de cuidados entre las personas y, en particular, sus posibilidades de acceder a tales cuidados. 

Asimismo, establece que la economía feminista ha mostrado que, en sociedades capitalistas, la reproducción de la vida y la provisión de bienestar han sido relegadas al ámbito del hogar, especialmente a las mismas mujeres debido a la injusta división sexual de trabajo que realizan, principalmente, las mujeres sin una remuneración, ha permitido la reproducción de la fuerza laboral y ha subsidiado la producción y la acumulación capitalista.

Esto ha tenido un alto costo para la vida de las mujeres, en términos de limitar su inserción al mercado laboral, obstaculizar su autonomía económica y personal, limitar su participación política y su autocuidado y abonar a la feminización de la pobreza. 

A su vez, desde finales del siglo pasado, el aumento en la precarización del trabajo remunerado y los diversos cambios culturales a favor de la autonomía económica de las mujeres, han impulsado su inserción en el mercado laboral; mientras que, los hombres continúan sin participar de forma igualitaria en el trabajo de cuidados al interior de sus hogares. 

En este contexto, predomina un régimen dual de provisión de cuidados, los cuales son adquiridos en el mercado por aquellos hogares que pueden pagarlos; en tanto, los hogares de los estratos socioeconómicos más bajos acceden a ellos, a través del trabajo no remunerado realizado por mujeres con una doble o triple jornada laboral. 

En consecuencia, las brechas de desigualdad social en el acceso y la provisión de los cuidados han aumentado, desde finales del siglo pasado. En América Latina y el Caribe, dicha situación se ha visto agravada por el avance de la transición demográfica, proceso que impulsa la reducción de la fecundidad y la mortalidad, el aumento de la esperanza de vida y, por consiguiente, el envejecimiento poblacional en las sociedades.

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