Criminales en el otro Internet

Tecnocultura

Empecé a ver la serie “Narcos” a pesar de que el tema —en la televisión, el cine o la literatura— no me resulta muy atractivo. Más allá de los mundillos del crimen y sus sanguinarios personajes, debo decir que sí, que me interesé por “las formas” y los modos, el momento en la historia en que se mueven los personajes, y nosotros, adultos de más de 30, por aquellos años.
La serie comienza con una reflexión acerca de aquellos maravillosos 80 en donde los delincuentes, y todos los demás, vivíamos en un mundo en el que no éramos fácilmente localizables, cuando hacía falta un verdadero esfuerzo por parte de muchas personas para dar con una persona que tenía toda la intensión de no ser encontrada; esa reflexión en los primeros minutos de la serie lleva implícito el argumento de que los criminales “de antes” la tenían más fácil que los de ahora, que Pablo Escobar, Amado Carrillo Fuentes —o quien sea— no habrían construido los imperios criminales que hicieron de haber habido redes celulares, GPS, direcciones IP, mejores satélites, etc, etc. Un argumento para minimizar las capacidades de dichos criminales y minimizar también la ineficacia de las agencias gringas. No estoy de acuerdo con ese argumento inicial de “Narcos” en el que se asegura tácitamente que con más tecnología a los “buenos” les habría ido mejor y los malos no tanto.
Hace unos días leía a una joven economista que escribió, en cierta revista electrónica, acerca del crimen organizado en Internet. A estas alturas ya todos sabemos acerca del robo de información personal, suplantación de identidad, pornografía infantil, ciberterrorismo y otras monerías que se ven todos los días a través de las noticias.
Pero ese lado oscuro que alcanzamos a percibir en el día a día no se compara al que permanece oculto de la mayoría de usuarios, otro Internet que según algunos es mucho más grande que aquel en el que nos movemos todos los días, dicen que el Internet, entendido como los contenidos, “visible” —con todo lo bueno y malo— al cual podemos acceder desde el navegador es mucho más pequeño de lo que imaginamos, en comparación con aquel al que no se tiene acceso de manera convencional.
¿Qué hay en ese otro Internet? Lavado de dinero —físico y virtual—, venta de armas, tráfico de personas, explotación sexual, venta de artículos robados o falsificados, guías para fabricar alcohol —o para practicar zoofilia—, videos de lo que se le ocurra y sobre todo venta de drogas. Se estima que tan sólo un “puesto” de mercado negro en este otro Internet llegó a generar ganancias por casi medio millón de dólares diarios. Por supuesto, algunos grandes capos del Internet han caído, pero, como pasa en el mundo físico, detrás de esos hay muchos más haciendo fila. No, la tecnología no va a estar nunca sólo del lado de los buenos.
@Lacevos

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