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Cortina de humo

PEDAZOS DE VIDA

Causalmente me había dicho que no fuera porqué tenía cosas que hacer. Pero como nunca sé escuchar, fui a la florería, compré un enorme arreglo de azucenas y casualmente iba pasando por su casa cuando me dije “quizá ella quiere el arreglo de flores que traemos en el auto”, entonces bajé y toqué el timbre. Casualmente, como cada vez que ella no está en casa, me abrió la puerta su madre, que casualmente heredó el nombre de Violeta a su hija.
Entonces decidí esperar, pero casualmente la señora me puso jeta y después de media hora, en lo que me tomaba el refresco, que a lo mejor escupió la vieja bruja, me tuve que retirar.
Casualmente, como cada vez que mi suegra ve un burro, se le antoja el viaje, y me dijo que si le daba un ride, porqué casualmente iba hacia dónde yo (a pesar de que aún no le había dicho mi rumbo).
Para no hacerla larga, la vieja esta, comenzó a hablar de su hija, de que tenía cosas que hacer, de que estaba muy apenada, de que le había dicho que yo la quería ver, que porqué últimamente andaba muy despistada, pero que estaba bien. Casualmente me hartó, y conforme los semáforos cambiaban a verde me sentía cada vez más asfixiado por sus inútiles preguntas.
Dejé a la suegra en el centro comercial,  y casualmente me regresé a casa. Ahí una vez más, maldecí haberme quedado sin celular el pasado fin de semana, así que llegué y encendí la computadora para ver si la encontraba en línea, pero no. Casualmente no se conectaba desde la noche anterior en la que me había dicho que no podríamos vernos.
Y cómo ya no tenía mucho que hacer, casualmente me entró la desesperación, me fumé un cigarrillo, salí a caminar, me fume otro, y así hasta terminar los cinco que tenía la cajetilla en la mañana. Entonces, me subí al carro y fui de nuevo a buscarla.
A esa hora ya había oscurecido, casualmente tuve que pasar por ese maldito lugar, el mismo al que fuimos la primera vez en la que decidimos que nos tocaríamos los cuerpos. Sólo para ver salir al maldito carro alumbrar con sus faros mi rostro, y verla ahí con los ojos tan grandes como sus mentiras…