Conozco a esos plebeyos: soy uno de ellos

Conozco a esos plebeyos: soy uno de ellos

RETRATOS HABLADOS

Tarea fundamental en estos tiempos del realismo mágico de boga en la política, es intentar por lo menos, diferenciar lo que es la realidad-realidad, de la que no lo es, y apurar a que  los sueños que solo tiene hospedaje en la mente de quienes están ciertos, de que en este mundo por demás amargo y poco dado a los idealismos, las cosas se pueden hacer con el puro esfuerzo de creerlo, intenten despertar. Ojalá así fuera, y dejaríamos de perder tiempo en convencer a todos con la historia antigua, de que la verdad es tan relativa que acaba por ser una mentira.

Cierto, sin ideales no vamos tampoco a ninguna parte.

Porque de otro modo solo apuraríamos el momento en que las máquinas, así dicen, empiecen a decidir absolutamente todo, bajo el efecto de la perfección y el espíritu perfeccionista que tanto añoran los que han vivido en regímenes totalitarios, dictatoriales, o lo que casi siempre resulta igual cuando se corona un movimiento social con la supuesta “dictadura del proletariado”, con es otra cosa que la dictadura de una familia, como ha sucedido en Nicaragua con los Ortega, y los Castro en Cuba.

El idealismo combate con pasión y de origen todo lo que tenga que ver con la violación al derecho a disentir, pero con bastante regularidad desemboca en eso que tanto buscó extinguir, porque todo revolucionario lleva en sus genes la vocación de ser el que posee la verdad absoluta, y ya instalado en el poder empieza a pensar que “todo lo logrado”, siempre en bien del pueblo, no debe perderse porque llegue a sucederlo un maldito conservador, anti revolucionario y enemigo de la igualdad. Por lo tanto la solución, que siempre negará hasta que deje de pertenecerse a sí mismo, será que su estirpe se eternice en el mando y asegure que su legado para la posteridad se mantenga.

Nunca cambia. Es la misma historia, tanto los que llegan con ánimos de justicia social, como los simples ambiciosos. Todos tienen un mismo fin.

Y por eso la humanidad no camina por donde debe caminar, sino por donde la hacen caminar.

No se preocupe.

Esto siempre ha ocurrido.

Con diferentes personajes, pero la historia se repite puntualmente.

Jugar a la revolución refresca la vida, otorga eternidades a quienes no lo merecen, y hunde en el olvido a miles y miles, pero estos últimos siempre han existido para eso: para ser, como dice Serrat en su canción: “La gente va muy bien en cualquier acto público, para llenar la cancha y hacer la ola. La gente va muy bien para ilustrar catálogos, para consumir mitos y seguir la moda. La gente va muy bien para construir pirámides, para tirar el carro y hacer el amor. La gente va muy bien para formar ejércitos y para dar ambiente. La gente va muy bien para contarles cuentos, para darles porrazos y venderles ungüentos. La gente va muy bien para decir que SÍ, para decir AMÉN.  La gente va muy bien para aplaudir al jefe, animar el paisaje y preservar la especie”.

Y la conclusión del propio cantante-poeta: “conozco a esos plebeyos, soy uno de ellos”.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.MX

@JavierEPeralta

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