CONCIENCIA CIUDADANA

La 4T académica

En realidad, la protesta de los intelectuales de la crema y nata de la alta cultura nacional escondía otros propósitos

No es un político profesional ni trata de incrustarse en el gobierno. No intenta quedar bien con nadie, aunque cada vez haya más gente convencida de sus tesis sobre el engaño del neoliberalismo planetario conducido por una red de gobernantes corruptos, banqueros avaros, empresarios sin escrúpulos, medios de comunicación calumniadores y mafias intelectuales vendidas al mejor postor.

Se trata de Alfredo Jalife Rahme; médico, intelectual y geopolítico arrojado al centro del debate nacional luego que el Presidente de la República lo calificara como un “buen hombre”, en respuesta expresa al reportero que, en la conferencia mañanera, quiso saber si el geopolítico sería contratado por el gobierno federal, “como se rumoraba”.  

La pregunta llevaba jiribilla, pues tras escuchar la respuesta presidencial, la derecha no tardó en responder con un desplegado firmado por más de un centenar de intelectuales de la alta cultura nacional opositores la mayoría a Andrés Manuel; desde que Carlos Salinas y los medios de comunicación conservadores, intentaron detener la carrera ascendente del hombre de Macuspana.

En su desplegado, Enrique Krauze, Joaquín López Dóriga, la feminista Marta Lamas y Juan Villoro entre otros, exigieron lo absurdo a López Obrador: no invitar a Jalife Rahme a su gabinete cuando aquél ni siquiera había expresado tal intención siendo, además, que el propio Jalife ha comentado en distintas ocasiones  que con el Presidente de la República le unen ciertas afinidades, pero que ni ha recibido invitación alguna, ni la ha buscado en ningún momento.

En realidad, la protesta de los intelectuales de la crema y nata de la alta cultura nacional escondía otros propósitos, ajenos sin lugar a dudas, a la intención de algunos de sus talentosos pero ingenuos firmantes.

Una de las que se adivina entre líneas es la de colocar en un brete a López Obrador frente la poderosa comunidad judía nacional e internacional, sensible en extremo a las críticas a la política internacional de Israel que Jalife Rahme ha llevado hasta zonas poco conocidas de las finanzas y la política internacionales, con acusaciones difíciles de rebatir. Pero si Andrés Manuel lo invita a colaborar con él –cosa que nunca ha insinuado siquiera-, entonces atraerá la ira de los sectores judíos más intransigentes; pero si no lo hace, entonces Krauze y sus amigos fingirán contar con poder de veto sobre el presidente, reposicionando sus bonos, actualmente a la baja en el mercado de la opinión pública.   

Otra intención es cultural, digna de la soberbia de la gente de casta que cree que el Presidente -a quien no dejan de señalar como ignorante y autoritario-, debe agachar la cabeza hasta cuando lo agreden; exigiéndole que no les ponga enfrente a alguien que pueda derrotarlos.

Con esa actitud, los   intelectuales que protestan contra el maestro Jalife, están creando una atmósfera de descalificación contra quien ose enfrentar su ideología discriminadora, disfrazándola con una mascarada “antisemita” con la que lo mismo lo acusan de misógino que de antijudío, pero buscando en realidad impedir que el sistema nacido con el triunfo del neoliberalismo (que benefició ilegítimamente no solo a judíos sino a gringos, españoles y principalmente mexicanos) se venga abajo.

El neoliberalismo no solo se apoderó de la economía y la política, sino de la vida intelectual y académica bajo la influencia de dichos grupos intelectuales sobre las universidades y los centros del saber y la cultura; cuyas dirigencias y burocracias optaron por alinearse antes que enfrentárseles, supeditado sus planes, proyectos y programas al mejoramiento sistema económico capitalista antes que al bienestar social y la defensa de los bienes públicos.  

Quienes desobedecieron, sufrieron marginación y censura, cuando no el congelamiento o la expulsión de los claustros y los centros de investigación.  Por esa razón, la obra de académicos del prestigio del doctor Alfredo Jalife Rahme, son aún poco conocidos y estudiados en las instituciones de educación superior nacionales de “éxito”, tales como el Instituto Tecnológico Autónomo de México, al que el geopolítico ha calificado como el Alma Mater de la élite tecnocrática que condujo al país a la integración de la economía globalizada, y en consecuencia al desmantelamiento de la planta productiva nacional y la pobreza de la mayoría de los mexicanos.

En lo académico, más que impedir que Jalife Rahme se integre al equipo de trabajo del presidente López Obrador, el propósito del grupo intelectual que lo ataca parece orientarse a impedir que quienes piensan como él logren romper el cerco que aún existe en la academia, e irrumpan en los espacios y los foros de divulgación social todavía controlados de manera directa o indirecta por el sectarismo neoliberales y sus acompañantes.

Sin embargo,  Jalife asegura que ya ha  roto el cerco que le separa de las mayorías gracias a las redes sociales, donde sus seguidores son, curiosamente,  jóvenes que aún no cursan la universidad (los llamados “millennials” o “ninis”), de entre 15 y 25 años de edad; quienes por su condición  generacional, han tenido la fortuna de no encontrarse aún bajo la tutela de académicos acríticos y burocratizados, desencantados del sistema  pero incapaces de romper con el miedo, la competencia y la apatía del ambiente que los ha paralizado durante décadas.

Jalife, como Julian Assange – otro personaje atípico, marginado y aún perseguido por remar a  contracorriente-, es un luchador incansable que hoy sigue denunciando las injusticias del sistema en condiciones menos adversas a las que hasta hace pocos meses enfrentaba, pero sin lugar a dudas, aún bajo las amenazas de quienes hoy lo descalifican.   

El maestro Alfredo Jalife está dando una lección a los académicos e intelectuales mexicanos, sometidos a los mecanismos de control desgastantes que los mantienen bajo la sombra amenazante de la política y la administración productivistas, al hacerles notar que el ejercicio de su libertad y la dignidad con que se conduce, no solo es el más elevado capital de un educador, sino el dispositivo que conduce a la verdadera capacidad intelectual y la alegría del saber pensar y saber vivir.  

VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS, YA, AHORA.

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