Comenzó ofensiva para arrebatar Mosul al EI

Analistas militares ven muy aventurada la operación, tanto por el elevado peligro de víctimas civiles como por la naturaleza del enemigo, cuya ideología mesiánica no pone límites ni a la brutalidad ni al nivel de destrucción.

Fuerzas iraquíes lanzaron ayer la ofensiva para recuperar Mosul, la mayor ciudad bajo la férula del Estado Islámico (EI) y desde la que Abu Bakr al Bagdadi proclamó su Califato hace dos años. Es una operación militar de una envergadura sin precedentes desde la invasión de EU a Irak en 2003.

Más allá de los retos que afrontan los generales, lo que se juega en esta batalla es el futuro del propio país de los dos ríos, la capacidad de los iraquíes para mantenerse unidos por encima de las diferencias sectarias y de los intereses de las naciones vecinas que las patrocinan.

“Hoy declaro el inicio de estas victoriosas operaciones para liberarnos de la violencia y el terrorismo del EI”, proclamó solemne el primer ministro, Haider al Abadi, en un mensaje televisado a primera hora de la mañana de ayer.

PRESENCIA DEL ESTADO ISLÁMICO EN IRAK

No ha sido una sorpresa. El asalto se preparaba desde antes del verano. En las últimas semanas, las fuerzas gubernamentales han ido cercando Mosul en preparación de este momento. El domingo, la aviación iraquí lanzó octavillas anunciando la inminencia de la batalla y pidiendo a la población que permaneciera en sus casas, a la vez que trataba de tranquilizarla asegurando que no atacarían objetivos civiles.

El portavoz del Parlamento, Salim al Juburi, equiparó la operación a la guerra de 2003 por su tamaño y significado. Los observadores aseguran que se trata del mayor despliegue de tropas iraquíes desde entonces. Cuentan además con el apoyo aéreo de la coalición internacional contra el ISIS, nominalmente formada por 60 países, pero que en la práctica consiste sobre todo de Estados Unidos, con la ayuda de Reino Unido y Francia.

El Gobierno de Irak y sus aliados internacionales esperan que la campaña constituya el golpe decisivo al poder y prestigio que el EI ha acumulado en estos dos años y que, como resultado, reduzca su capacidad de reclutar no solo en Irak y Siria, el autoproclamado Califato, sino también en otros frentes como Libia o el Sahel. Al Abadi y sus socios de Gobierno confían además en que la victoria dé apoyo y legitimidad a su mandato, que atraviesa una profunda crisis.

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