CONCIENCIA CIUDADANA
El proceso de elección de candidatos en los distintos partidos políticos con miras a la renovación de la cámara de diputados concita la atención de la clase política, inundando los medios de comunicación masivos con los clásicos mensajes electorales intentando convencer, como en ocasiones anteriores, de que la única manera en que pueden resolverse las diferencias políticas, económicas y sociales se encuentra en la participación ciudadana en las votaciones.
Compartimos este mensaje sólo en parte, porque desafortunadamente las últimas elecciones federales -de las que 2012 sirvieron para elegir tanto al actual presidente de la república como a los senadores y diputados federales de la presente legislatura-, dejaron un amargo sabor de boca en un amplio sector de la ciudadanía; quien una vez más sintió que los procesos electorales en México, lejos de aportar al avance de la democracia, hacen evidente la enorme resistencia de las fuerzas más reaccionarias al interior del estado a la libre expresión ciudadana.
No se ha olvidado cómo, a pesar de haberse demostrado que corrieron miles de millones de pesos ilegales en la campaña presidencial, la autoridad electoral, aun reconociendo que tal delito se cometió, lo consideró irrelevante para cambiar los resultados electorales. Así, la legalidad se preserva, pero indudablemente la legitimidad y la credibilidad del sistema electoral sufrió un fuerte golpe, y que tres años no han sido suficientes para borrar su efecto sobre la conciencia ciudadana, que cada vez se muestra más escéptica no solo de los procesos electorales sino de quienes por ese medio acceden al poder público en nuestro país.
Los partidos políticos no dan tampoco muestras de querer un cambio real en sus prácticas internas, y vuelve a verse en ellos el mismo espectáculo de otras elecciones, todo para que al final terminen por imponerse los acuerdos entre los pequeños grupos o elites partidistas, que llevarán al congreso no a los ciudadanos más capaces o representativos, sino a personajes ligados a mafias o grupos políticos sin ninguna representatividad ciudadana. Otra vez se verá en los partidos caras y nombres conocidos que saltan de una representación a otra, de un puesto de gobierno a otro, para quienes la diputación no es más que otro escalón en su carrera política.
A los ciudadanos comunes y corrientes, nos esperan meses de campañas en que la prensa, la televisión y la radio nos atosigarán día y noche con cientos de miles de spots de candidatos y candidatas que se dirán nuestros amigos, buenos padres, leales compañeros de lucha, representantes de los mejores valores, honestos y patriotas. Los veremos sonreír en mítines y reuniones con hombres, mujeres y niños, a los cuales cargarán y besarán sonrientes ante las cámaras de televisión o los diarios.
Pero como ha sucedido hasta ahora, ninguno de ellos querrá comprometerse con cualquier causa social importante, porque al hacerlo, tendrían que optar por una posición política que pudiera hacerles perder votos y es por eso que hoy, la propaganda política es cada vez más monótona, aburrida, sin compromiso real alguno ante los votantes.
Si los partidos y los futuros candidatos realmente quisieran ganarse la voluntad popular tendrán que empezar, pues, por manifestar claramente sus compromisos. Por ejemplo, es necesario que cada uno de ellos se exprese con claridad la forma en que habrán de posicionarse -en el caso de llegar a la Cámara- en asuntos tales como reforma educativa, la petrolera, la fiscal o la de seguridad, de los cuales no se ha dicho la última palabra.
Por lo demás, dado el fuerte cuestionamiento social a la corrupción pública, se encuentran en el deber de dar a conocer -ahora que todavía no son electos-, sus declaraciones patrimoniales y las de sus familiares cercanos, así como los negocios en los que participan y además, comprometerse a no participar en ninguna comisión o votación donde exista conflicto de intereses entre sus propias actividades privadas y las que se discutan y voten en la cámara.
Tal vez para ellos y sus partidos estas y otras peticiones similares resulten hasta risibles, dado que la ley no les obliga a realizarlas, pero si nosotros los ciudadanos se las hacemos saber antes y no después de las elecciones, bien podrían pensar si las ignoran, a riesgo de que los votos terminen por decidir desfavorablemente su candidatura.
Lo anterior nos lleva a pensar que sólo con una mayor participación ciudadana en el análisis de partidos y candidatos mediante encuentros organizados independientemente, y en los cuales las instituciones educativas, los clubes sociales y de servicio, las organizaciones de derechos humanos y de otras tareas asuman un papel activo, la sociedad civil podría influir en alguna medida en el resultado de las elecciones que se avecinan.
Otro proceso que se va gestando en el campo de la acción ciudadana es la iniciativa de algunos intelectuales, líderes de opinión y hasta personajes religiosos que están promoviendo en toda la república la gestación de un ‘Constituyente ciudadano y popular’; que merece nuestra atención ante la incapacidad de la clase política para destrabar los principales problemas del país.
El obispo de Saltillo Raúl Vera, uno de los convocantes, reconocido como defensor de causas sociales en aquella región y en todo el país, anunció el inicio de tal movimiento el pasado 5 de febrero, a fin de que la sociedad misma tome parte activa en la creación de una nueva Constitución que sea producto del pueblo mismo y no de una clase política cooptada, incapaz y corrompida. Esperamos que los representantes del Constituyente en Hidalgo, hagan una declaración pública para comenzar dichas tareas en nuestra Entidad de manera abierta y participativa.
Con todo, ha de considerarse que la ruta electoral como la de la participación ciudadana son sólo algunas que pueden sacar a los mexicanos del bache en que nos encontramos y que hace falta llevar a cabo otras acciones paralelas en diversos frentes de batalla. Muchas gracias y recuerden que VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS, YA.