Submarino Político
La Constitución de Apatzingán plantea la necesidad de dividir el poder del naciente Estado independiente en tres Supremas Autoridades: El Supremo Gobierno, el Supremo Congreso y el Supremo Tribunal de Justicia
DATO
La reforma política para el Distrito Federal, que será promulgada el próximo viernes por el presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional, terminará con algunas diferencias históricas, desde 1997, entre el Gobierno del Distrito Federal y el Poder Ejecutivo Federal, ya que los titulares de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Procuraduría de Justicia del DF eran propuestos por el jefe de gobierno del DF al Presidente, quien tenía el poder de destituirlos.
Siendo puristas, la capital de lo que hoy es México nació el 15 de agosto de 1521 cuando la Gran Tenochitlán cayó en manos del ejército de Hernán Cortés y la Ciudad de México se constituyó en la capital de la Nueva España durante casi trescientos años.
La Constitución de Apatzingán plantea la necesidad de dividir el poder del naciente Estado independiente en tres Supremas Autoridades: El Supremo Gobierno, el Supremo Congreso y el Supremo Tribunal de Justicia. Con la respectiva necesidad de que los tres poderes residieran en el mismo lugar. Pero fue hasta la Constitución de 1824 donde se consolidó la definición de un Distrito Federal como sede de los poderes. Las ciudades de México y Querétaro disputaron ser la capital del país. A favor de la Ciudad de México estuvieron, entre otros, fray Servando Teresa de Mier y Lucas Alamán, quienes resaltaron que la ciudad era ya el centro político, económico y cultural. Además, que su estratégica ubicación militar permitía una mejor defensa en caso de ataque. Y resultaría muy costosa la mudanza a Querétaro, que fue defendida por Valentín Gómez Farías, cuyo argumento en contra era la coexistencia de dos poderes, el federal y el local, en una misma ciudad.
Desde entonces, con el decreto de creación del Distrito Federal en noviembre de 1824 emitido por el Congreso Constituyente, la Ciudad de México quedó sin la posibilidad de gobernarse a sí misma por la vía de la democracia directa como método de elección de sus gobernantes.
Y vaya que nos hemos entretenido algunos años en el debate de la coexistencia de dos poderes. Hasta 1997, cuando Cuauhtémoc Cárdenas venció en las urnas al panista Carlos Castillo Peraza y al priísta Alfredo del Mazo, comenzaron apenas a escucharse las necesidades de los habitantes de una ciudad que no habían tenido representación por vivir en la misma sede de los poderes federales.
La reforma política para el Distrito Federal, que será promulgada el próximo viernes por el presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional, terminará con algunas diferencias históricas, desde 1997, entre el Gobierno del Distrito Federal y el Poder Ejecutivo Federal, ya que los titulares de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Procuraduría de Justicia del DF eran propuestos por el jefe de gobierno del DF al Presidente, quien tenía el poder de destituirlos. Recordemos el caso de Marcelo Ebrard, que fue corrido por Vicente Fox en noviembre de 2004, luego del linchamiento de policías federales en Tláhuac. También el Senado tenía la facultad de destitución del jefe de gobierno, herramienta que en algún momento fue utilizada por el PRI para amedrentar al PRD cuando representaba oposición. Vicente Fox se valió de la figura del desafuero, operada con un juicio de procedencia en la Cámara de Diputados, como un intento inútil de quitar de la contienda presidencial a López Obrador en 2005.
Como se ha dicho de sobra, la actual reforma política queda lejos de cumplir con las necesidades de una sociedad que no ha sido beneficiada del todo por la democracia. La mayoría confiada al PRD durante 18 años ha traído derechos y leyes, pero también ha creado grandes clientelas electorales, cacicazgos y una clase política más atenta a los negocios que a buscar el bien común.
En el radar. La organización en defensa de la vivienda que dirige José Humbertus Pérez Espinoza entregó en la Nunciatura Apostólica del Vaticano una invitación al papa Francisco para que visite el penal de Chiconautla en el estado de México, cercano al lugar donde el líder de la Iglesia católica oficiará una misa.
Bitácora de lo absurdo.
Algunos se dieron vuelo con el gentilicio mexiqueño, contemplado por la Real Academia Española de la Lengua para referirse a los nacidos en la Ciudad de México o en el país. Evidentemente, la palabra no está en uso, salvo en la chunga de las redes sociales por la coyuntura de la reforma política del DF. La RAE debería considerar retirarlo del diccionario. Mientras, los chilangos seguirán, seguiremos, con la tarea de encontrar un gentilicio a la altura de la belleza de nuestra ciudad capital.
t@LeoAgusto