CINE DE HOY

Bruja africana

Aunque la mayoría de los zambianos les temen, el gobierno de ese país africano se ha percatado de que las brujas pueden ser un buen recurso económico.

Así pues son utilizadas como una cara atracción turística, que se encuentran cautivas por un listón, que les impide volar a voluntad y dañar a alguien. Además son obligadas a trabajar en el campo para mantenerse ellas mismas.

Esa es la historia de la singular No soy una bruja ópera prima de la directora Rungano Nyoni, que se exhibe en la Cineteca Nacional y otras salas comerciales.

El guión de la propia realizadora sigue los pasos de una niña de nueve años (Margaret Mulubwa), que es acusada de brujería por una vecina que se ha caído mientras cargaba agua, y que la responsabiliza.

El señor Banda (Henry B.J Phiri) se percata de que es muy difícil tener una niña bruja y le da a escoger: o se declara bruja o se convierte en una cabra que será sacrificada.

Sus compañeras adultas la reciben cariñosamente y la bautizan como Shula, que significa desarraigada, mientras Banda descubre que la puede usar en su provecho.

Así pues, la lleva como juez para descubrir ladrones y recibir recompensa, o incluso la lleva a un programa televisivo “para que promocione huevos mágicos”.

Pero se olvida que antes que nada es una niña inocente.

Nyoni realizó investigaciones de campo, y hasta visitó un campo de brujas en Ghana para escribir su relato.

I am not a witch resulta pues un insólito filme que retrata la ignorancia y la superstición de la gente, que sigue cazando brujas en pleno siglo XXI.   

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