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Celebración culinaria

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LA GENTE CUENTA

La madrugada seguía en su apogeo, la oscuridad nocturna apenas era alumbrada por un blanco brillante de los faros, y mientras la familia seguía dormida, Marcela, con sus setenta y tantos años encima, se levantó de la forma más ordinaria: sin despertador y con una sonrisa franca en sus labios.
    Sin hacer ruido y con pasos lentos, se dirigió hacia su cocina, al otro lado de la casa, en donde conviven cazuelas y ollas de todos tamaños y formas, frascos llenos de especias, y una estufa, llena de muchos recuerdos. De su refrigerador sacó una bolsa llena de carne de cerdo y pollo, y se dispuso a cocerlo en una olla gigantesca.
    Pasaron un par de horas, la venerable ahora se encuentra terminando de pelar los tomates serranos, todos en un tono verde pasto uniforme, y procede a cocerlos en un comal, junto con chiles también verdes. Una vez que termina la labor, de sus frascos saca puñados de semillas, y los coloca en una sartén con un poco de aceite.
    El olor desprendido de esta mezcla hace, aunado con la luz solar que comienza a entrar tímidamente por las ventanas de la casa, que la familia se levante de sus camas. Los nietos pequeños, en un acto de curiosidad, acuden donde la abuela, que comienza a colocar los ingredientes en la licuadora.
    Con su misma parsimonia, coloca en la estufa una cazuela enorme, y una vez que se mezcló aquel jugo verde, lo puso a calentar, y lo movió con energía, para evitar algún tipo de accidente. Al notar la presencia de sus nietos, Marcela les regala una tortilla recién calentada con un pedazo de queso fresco de relleno.
    La familia comenzó a limpiar cada uno de los pequeños resquicios de su hogar, con mezclas de aromas florales; y mientras tanto, la mujer impasible se dedicaba a limpiar el arroz, mezclaba en la licuadora jitomate, cebolla, ajo y un poco de agua. El olor de la cocina pronto comenzó a diseminarse a lo largo y ancho de la casa.
    Han pasado varias horas, la familia ha terminado sus labores, se han tomado la ducha y se encuentran ultimando detalles, mientras que Marcela, con movimientos lentos, terminaba de dar forma a los platillos, ante la insistencia de los invitados, amigos y familiares que se han dado cita, celebrando otro año al más pequeño de la dinastía.