EDICIÓN ESPECIAL | Cantos, danzas, comida y flores

Los muertos se recuerdan, por eso nunca se van, por eso regresan, dejan de descansar.

México el eterno país del surrealismo, aquí donde los mexicanos no nos damos cuenta de cómo somos y de la riqueza que tenemos, hasta que nos atrevemos a mirar más allá de nuestra vida cotidiana, para nosotros es tan común ver un par de zapatos colgados de los cables de la luz, como algún automóvil que tenga bolsas de plástico haciendo la función de cristales provisionales. Pero también es común vivir nuestras  tradiciones y costumbres que han llegado a considerarse como patrimonio cultural de la humanidad, sin siquiera detenernos a contemplar lo hermosas que son y la carga simbólica que contienen.

El Día de Muertos, no es la excepción. Es una celebración que se realiza en noviembre en todo el país, en cada región tienen sus propias costumbres y sus formas de rendir culto a la memoria de las personas que ya no están, pero que continúan en la memoria de los familiares. Para ello es necesario que se ofrenden algunos de los platillos que los ahora difuntos, degustaban cuando tenían vida. Es una forma de hacer presente el recuerdo, a través de una celebración que está hecha para eso, para que no se pierda la raíz, ni el rumbo. Que no se pierda el consejo de los ancestros, de los que están pero ya se fueron.

La celebración del Día de Muertos tiene sus orígenes en las culturas prehispánicas de México, y no es raro que muchas de estas celebraciones tengan su propio nombre en la lengua materna, en el caso de Hidalgo, se ha generalizado el término “Xantolo” que de acuerdo con pobladores de la región huasteca en donde se habla el náhuatl, es la deformación de Sanctorum que junto con la palabra latina festiumominum, significa “la fiesta de todos los santos”, que hace referencia a la celebración del catolicismo en el santoral.

Sin embargo la palabra que las comunidades nahua- hablantes utilizan es el “Mijkailjuitl” palabra compuesta por miktli que significa muerte y de iljuitl que hace referencia a la fiesta, se traduce según los pobladores como “la fiesta de los muertos”, esta celebración es la conclusión de una serie de rituales que se conjuntan para dar vida a una de las grandes fiestas que sobrevivieron la conquista española, y que a pesar haberse dado un sincretismo cultural, mantienen en vigencia algunos elementos de origen indígena y de calendarios agrícolas.

La siembra

Parte fundamental de la fiesta de los muertos, son los alimentos que se ofrendan, gran parte de estos elaborados con maíz, la semilla con la que está hecha la carne de los hombres del Quinto Sol, la base de la alimentación en México, y por eso en las regiones Xantoleras, la siembra del maíz y su ciclo generan una serie de rituales que van de la mano hasta llegar a la fiesta en la que la tierra debe descansar, cuando el pastizal se ha quedado seco, cuando todo muere y espera el nuevo sol para despertar.

Hay dos siembras de maíz (Tlayolli – en nahuatl) al año: la de “la semilla sagrada” o también denominada “del riesgo”, se siembra en enero, y le llaman así porque está expensas del temporal (si hay lluvia se da y si no, la planta muere), en lengua náhuatl se denomina Tonamilli (milpa de sol), misma que de darse, la cosecha se realizará en el mes de mayo.

Y la segunda que es la de temporal que se siembra en junio 24 (Día de San Juan Bautista – el que trae el agua), misma que se cosecha en octubre con la finalidad de proveer al Mijkailjuitl de lo que se requiere para la mesa.

Danza

Las danzas también forman parte esencial del festejo, entre estas destacan composiciones como “el gallito”, que interpretan tríos huastecos, y sones como “el espantapájaros” o  el son de “los enanos”, con los que las comparsas salen a las calles, disfrazados de mujeres, usando máscaras de madera como el pemuche, lo anterior como una provocación hacia la muerte, ya que además de que se dan gritos para alejarla, también se considera que disfrazados la muerte es difícil que distinga a quien se llevará, o a la persona que tiene que llevarse.

Panteones

En todo el país es común que los familiares de los difuntos se den cita para ir a dejar flores, arreglar las tumbas de sus seres queridos fallecidos, e incluso en algunas regiones se acostumbra a dormir y comer sobre las tumbas. En la región Huasteca de Hidalgo, se acostumbra también visitar el panteón.

En Huejutla, está ubicado el cementerio de Macuxtepetla, en donde a diferencia de otros panteones, aquí no hay caminos ni veredas definidas, aquí se abren brechas entre las tumbas, a momentos las lápidas se convierten en guías, en otras la tierra que ha de cubrir algún difunto es camino. Sin embargo la mayoría de las personas tiene que llegar hasta donde están sus seres queridos, ahí les extienden el itacate que llevan en morrales y les acompañan a comer.

No importa si se pisan las lápidas, para avanzar a otras tumbas, las más lejanas, las que están casi en la cumbre del cerro. Las familias, en su mayoría  indígenas, llegan hasta el lugar indicado, rezan, cantan y conviven, sus voces se convierten en una melodía de náhuatl, un idioma tan hermoso para hablar con los muertos, para cantar con los vivos y para ofrecer un taco.

A momentos, alguien estira un vaso de refresco, cerveza, o agua e invita a beber, mientras la señora corta un pedazo de zacahuil, o de alguna comida que haya llevado para compartir con el extraño y también con los conocidos. Es Xantolo, tiempo de compartir, de convivir con los muertos, de platicar con ellos, de tenerlos en el recuerdo, que sepan que no están olvidados. No falta quien al ver una tumba olvidada, le comparte un ramito de flores, o le pone un poco de comida al ánima sola, a los difuntos que ya no son visitados.

Día de Muertos, Xantolo, Mijkailjuitl, todo es fiesta, todo es convivencia, así se mira la fiesta de la región huasteca en Hidalgo, fiesta hidalguense declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de Hidalgo, por intervención del entonces diputado, Juan Carlos Robles Acosta, tradición viva, orgullo hidalguense, una fiesta que no se mira, que se vive aunque sea una vez, para vivirla siempre.

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