OPINIÓN
Muchas veces estamos preñados de ideas pero no sabemos cómo parirlas, quizá este sea uno de esos momentos trágicos en donde la mente está saturada y no se aterriza nada; muchas cosas, muchos planteamientos giran en torno nuestro, nos quitan la concentración, nos hacen preocuparnos sin darnos cuenta que la mayor de las veces son problemas de otros a quienes nuestro ánimo y ética personal nos precisan a ayudarlos, y cuando no lo logramos, más por falta de tiempo que por desinterés, nos estresamos.
Nos vamos cargando de energía negativa por problemas ajenos; tratamos de encontrarle solución a aquello a lo que los titulares del conflicto quizá ni siquiera han intentado resolver; pues la solución para ellos fue endosarte su trance, y así se liberan de su carga, con la confianza de que tú se lo resolverás; su confianza puesta en ti pesa mucho, pues son años de disciplina y prestigio lo que puede estar en juego.
Por nuestra mente seguramente ha pasado muchas veces el mandar todo a volar, decirles a todos ellos que se hagan cargo de su vida, que cada cual tiene sus propios problemas y como tal, debemos enfrentarlos; llegar a un punto en donde ya estamos cansados de seguir la línea; esperando con vehemencia la noche para descansar.
Pero no, en cada uno de nosotros nuestra vocación no nos permite un minuto de respiro, y aún dormidos, tratamos de encontrar alguna salida eficaz a los problemas que nos han planteados; y nos decimos que no importan las largas jornadas cuando en verdad queremos ayudar; a veces nuestro cuerpo no está de acuerdo con nuestra mente y terminamos cayendo rendidos por el cansancio.
Sin ser estoicos ni masoquistas, creo que hasta disfrutamos la adrenalina de la conflictividad; y entonces, cada mañana reiniciamos con bríos renovados la lucha cotidiana en esta selva de asfalto, en donde la carnada del depredador espera por una respuesta, un consejo que lo salve de la quema.
Y nos decimos –en un ejercicio de autoconvencimiento- que la mentalidad emprendedora es todo lo que hoy día necesitamos; que los obstáculos son solo un accidente en el camino, accidente que es nada si lo enfrentamos con nuestra fuerza de voluntad.
Sin duda, debemos empezar el día estando convencidos del escalón que hoy queremos subir, un escalón a la vez, un escalón cada día; y mañana y dentro de muchos mañanas, habremos avanzado un largo trecho, pero aún en esas circunstancias no debemos pensar que ya todo está avanzado, a lo sumo habremos alcanzado una meta de las cientos de metas que debemos tener en nuestros planes de vida; nada tenemos ganado en la vida, nada nos vendrá por gracia de la nada, la nada es eso, el vacío, tan vacío como el intelecto en proyecto de aquellos que todo quieren con solo estirar la mano sin merecerlo.
A manera de consejo no pedido, es vital que esa filosofía de trabajo y esfuerzo sea fomentada en los jóvenes, su espíritu emprendedor debe ser estimulado; su edad, su jovialidad, es el momento ideal para intentar todo lo que se propongan; los errores naturales de la inexperiencia deben ser el acicate para levantarse y seguir adelante.
A veces la gente no aprende a quererse; así que una manera de hacer crecer el amor en nuestro interior es permanecer cerca de la gente que nos ama, y absorberlo poco a poco hasta que crezca en nosotros. Al mismo tiempo, hay que alejarse de la gente que no sabe amar, ya que el dicho dice: Quien con lobos anda, a aullar se enseña; y bajo esas circunstancias, su amargura puede ser contagiada en los espíritus débiles.
Por ello, cuando el cansancio nos lleve a sentir que ya no podemos seguir la línea, cuando el camino se vuelva interminable y tedioso, hagamos un cambio en el plan, pero no cambiemos el objetivo. A veces la gente nos busca, no les demos la espalda, mejor veámoslos de frente y tendámosles la mano, eso esperan de nosotros, no los defraudemos, que el cansancio solo sea el premio de nuestra lucha por seguir adelante.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.