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¡Burocracia S.A.!

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Más allá del escritorio también sigue la vida, más allá de la oficina está nuestra realidad, esa realidad que nos cuesta, que nos duele, esa realidad que nos lastima a todos, menos a aquellos que con una mano en la cintura y otra en el sándwich, siempre salen con esta frase por muchos alguna vez escuchada: ¡venga mañana!.

Se respira insensibilidad, caras frías, como si estuvieran en estado vegetativo, ven pasar el tiempo; checan su tarjeta de entrada y ya ansían que llegue la hora de la salida; su jornada pasa lentamente, el tedio hacer presa de ellos, de esa casta que se siente divina, de esas vacas que se creen sagradas; el intercambio de comentarios a la orden del día, qué si la política, que si la liguilla de futbol, que si los despidos en el cambio de gobierno, etc.; cualquier tema es su salvación del momento; y mientras tanto, la fila sigue creciendo, los zombies pacientemente esperan a que el dueño de aquel escritorio se digne a atenderlos; “Burocracia, S.A.”, el mal del gobierno, el mal de los organismos del Estado, el mal de quienes tienen el poder tras el escritorio pero reflejada su ineptitud y soberbia en la cara.

Quienes tienen la responsabilidad de atender a un sector del público, debe tener conciencia que ellos son la primera imagen, la primera impresión que se va a tener de esa institución; por ello, desde el personal de vigilancia que se encarga de cuidar las puertas de entrada, hasta el funcionario del mal alto nivel en dicha institución pública, deben tener en cuenta que su Puesto, sus Funciones y, por desde luego, su sueldo, surgen de esa obligación que la misma necesidad de la población les ha conferido; y lo menos que deben tener para esa gente que hace posible la chamba que detentan pero que muchos no ejercen, es un mínimo de atención con cortesía y respeto; luego no se vale quejarse cuando el monstruo ciudadano despierte y decida enviarlos a atender otro puesto, quizá uno de “pepitas” en la calle.

En la Administración Pública, se sabe que estando ejerciendo una función Directiva, el panorama que se tiene para tomar decisiones es mucho muy amplio, pues supuestamente se es poseedor de información privilegiada que se encuentra lejos de los mortales comunes y corrientes, sin embargo, la labor de escritorio, aquella que cuyo ámbito de decisiones se circunscribe solo a los informes que cada día se reciben por parte de los colaboradores en la comodidad de una oficina tiene la desventaja de ser insensible.

Muchas veces y esto quizá como atenuante de los que están en el nivel más alto en una Institución de Gobierno, -y digo quizá ya que su obligación es tener un control de todo los que sucede en su encargo- a veces no tienen ni la menor idea de lo que pasa en las oficinas bajo su responsabilidad; cambios de nombres, cambios de color de la oficina, cambio de confort; pero los procedimientos siguen igual, las mismas largas filas, la misma indolencia del “servidor” público, los requisitos innecesarios siguen igual, en conclusión, la misma burra pero más revolcada.

Hoy más que nunca, el saber lo que la gente quiere o piensa se hace indispensable para aquellos que ya llegaron al lugar que buscaban; pero esa información es mucho más indispensable para aquellos que aspiran a ejercer una función pública, una función de gobierno; el olvido de esa necesidad lo único que les provocará es que su mandato se convierte en un autoritarismo, pues las decisiones no reflejarán ningún valor de apreciación positiva para sus gobernados, enfrentándolo tarde o temprano a la frialdad o al repudio social, ya lo estamos viendo a nivel federal.

Ese desconocimiento de lo que le duele a la población los convertirá en funcionarios ciegos que no funcionarán; políticos condenados a dar golpes solo con la esperanza de atinarle a alguno, seguramente dará un buen golpe, pero quizá precedido de muchos golpes malos a costa de la desesperación de la ciudadanía de sus respectivos municipios.

Las malas decisiones combinadas con una pésima atención al público es lo que hace que la gente se aleje de sus gobernantes, que se arrepienta de los votos otorgados; más aún cuando nos damos cuenta que las vacas sagradas se encuentran más apuradas en pelear por sus intereses de Partido que en las necesidades sociales.

Este nuestro México sería otro si todos cumpliéramos con la parte de la responsabilidad que nos corresponde, si entendiéramos que somos una pieza importante en esa maquinaría llamada convivencia social; para muchos solo somos un número, para otros, solo una masa amorfa y de la que nada importa si la hacemos esperar medio día en una fila, ¿para qué preocuparse?, su trabajo inicia y termina en solo ocho horas; nada les apura; si los zombies de la fila alcanzan turno, bien, y si no ¡que vengan mañana!; allí nos estarán esperando nuevamente esas caras largas y frías en una pose de perdonavidas para hacernos el favor de atendernos.

Sigan echando más tierra, continúen poniéndole piedras en el camino a sus obligaciones, ahoguen su propio futuro; tarde o temprano esa Empresa llamada “Burocracia, S.A.”, terminará por “quebrar”.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

Miguel Rosales Pérez