Sin haberse recuperado completamente de la Gran Recesión, el proyecto europeo que encarna la Unión Europea (UE) vuelve a estar en riesgo ante la posibilidad del Brexit. La mayoría de analistas predice graves consecuencias para las economías británica y europea, y perciben que podría representar una seria amenaza para la debilitada economía mundial.
Independientemente del resultado del referéndum, el Brexit es síntoma de una tendencia de los países a ensimismarse y a plantear propuestas inconcebibles años atrás, pero que hoy se cuelan en su agenda política. Los propios países europeos, ante retos como la crisis de la deuda, de la inmigración o de los refugiados, están alimentando el populismo y renunciando a sus valores fundacionales de promoción de la paz, la seguridad y el Estado de derecho.
El fracaso del “sueño europeo”, como identidad democrática supranacional, nos concierne a todos. Pese a las fallas y errores de cálculo, la UE constituye una experiencia que, además de converger hacia una mayor cohesión social y económica en Europa, ha inspirado a la humanidad a superar dinámicas del pasado. En el terreno económico, esto se ha traducido en la potenciación del comercio, la cooperación económica y la movilidad del talento, promoviendo la libre competencia y aumentando la inversión en innovación e investigación como factores de crecimiento.
Si el Brexit prospera, se vería afectado el acceso del Reino Unido (RU) al mercado de la UE (donde vende el 45% de sus exportaciones de bienes y servicios), motivo por el cual muchas empresas buscarían trasladar su sede al otro lado del Canal. Asimismo, debería renegociar sus tratados comerciales con la propia UE y con 53 países terceros con los que ahora goza de acceso preferente, y encontrar su encaje en acuerdos ambiciosos como el Tratado Transatlántico sobre el Comercio e Inversiones entre EU y la UE. Además, Londres podría perder su estatus como uno de los principales centros financieros del mundo, ya que los servicios financieros priman en sus exportaciones totales.
Según la OCDE, con el Brexit el PIB del país sería 3% menor al actual en 2020 y 5% menor en 2030, mientras que en el largo plazo se resentiría la productividad por la caída de la inversión extranjera directa y por la falta de habilidades de la fuerza laboral. Del lado continental, perjudicaría al resto de países de la UE y al euro, ya que perderían un miembro que equilibra las fuerzas políticas y económicas y que además con su fortaleza militar juega un papel determinante en la política exterior y de seguridad, no sólo en Europa sino a nivel mundial. Mermaría también el papel del RU en esos ámbitos. Por otro lado, el Brexit puede propiciar la salida de otros socios de la UE o de la moneda única, con lo que se perderían más de 40 años de colaboración, alineación y expansión europea que hoy se ven empañados por los efectos de una crisis financiera y geopolítica con severas consecuencias globales y regionales.
El Brexit también genera incertidumbre por sus efectos negativos en los mercados financieros y las divisas, lo que preocupa al Banco de México por su posible impacto en la economía mexicana, tanto en la inversión como en el comercio y en la volatilidad del tipo de cambio. De hecho, conforme se acerca la fecha del referéndum se evidencia un efecto de contagio vía agentes financieros y mercados reales, al estar México inmerso en la globalidad financiera y comercial.
Si el Brexit se materializa, se dará un paso atrás en este “sueño europeo” de mayor integración y cooperación entre las naciones, y se hará patente que el mundo camina hacia una mayor fragmentación. Es improbable que esta sea la senda de las oportunidades y la prosperidad, pero sí que genere un costo difícilmente recuperable en un contexto de fragilidad de la economía mundial.