LA GENTE CUENTA
-Oye, ¿qué haces afuera?
En medio de la oscuridad que la noche representa, Manuel se encontraba, sentado en la banqueta, degustando pacientemente un cigarro, dejando siluetas de humo a la vista de la luz de un farol. Luis, su hermano menor, con un uniforme escolar, se sentaba junto a él.
-¿Todo bien, hermano? –preguntaba Luis, con cierta preocupación en los ojos.
-Un poco –asiente meditabundo Manuel.
-Mamá y tú volvieron a pelear, ¿cierto?
Manuel seguía fumando, tratando de recobrar el sentido de la realidad. Le acerca a Luis su cajetilla.
-Me quedé sin trabajo –resopló Manuel.
-¿Y por qué?
El muchacho sabía que su hermano ya no era un niño, y que se tendría que enterar tarde o temprano.
-Me pelee con el que era mi jefe.
Luis enciende también un cigarrillo, pero trató de fumarlo lo más pronto posible. Su madre se moriría de coraje.
-¿Y ahora qué vas a hacer?
-Pues… -Manuel retiene un poco el humo antes de responder-, no lo sé. Quizás deba relajarme un poco, admitir que mamá siempre tuvo la razón, sacar todo lo que tengo dentro…
Acto seguido, Manuel suspiró de forma teatral, mientras que una gran cantidad de humo salió de su cuerpo de una gran bocanada, mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por el efecto estimulante del tabaco. Luis observaba, absorto, mientras también fumaba su cigarrillo.
-¿Te sientes mejor? –preguntó Luis.
Manuel seguía con los ojos cerrados, mientras respiraba, y a la vez, una danza etérea de humo, emanada de los dos cigarrillos, flotaba en el aire, alejándose de los dos hermanos.