Parte final
• La condición nunca fue clasificada médicamente. Pero comenzó a ser denominada como “enfermedad” a partir del juicio de un bibliotecario que robó miles de libros
Dibdin se convirtió en el más notorio especialista en el incontrolable deseo de coleccionar libros, pero no fue el único autor que escribió sobre la condición. En su “Bibliomanía”, Gustave Flaubert narra la truculenta historia de un librero de Barcelona que debido a su obsesión por los libros: Apenas comía, ya no dormía, pero soñaba días y noches enteros con una idea fija: los libros. Soñaba con todo lo que una biblioteca real debería tener de lo divino, lo sublime y lo bello, y soñaba con tener una biblioteca tan grande como la del rey. El personaje de Flaubert no duda incluso en llegar hasta el crimen, matando a su librero rival.
La “plaga” del libro
Según el reverendo Dibdin, la “plaga del libro” alcanzó su apogeo en París y Londres después de la Revolución Francesa en 1789. Los nobles franceses que no se toparon con un sangriento final huyeron del país y los títulos que conformaban sus lujosas bibliotecas privadas pasaron a engrosar los catálogos de subastas de la época, repletos de libros franceses.
Muchos de ellos acabaron en las manos de grandes coleccionistas ingleses. Uno de ellos es Richard Heber, quien asistió a subastas y ventas de libros en todo el continente europeo, comprando títulos individuales, pero también bibliotecas enteras.
Su colección, que inició en los primeros años del siglo XIX y en la que gastó una fortuna -más de £100.000 de la época-, creció tanto que se repartía entre sus ocho casas. Se estima que poseía al menos 150 mil volúmenes. Otro conocido coleccionista de la época fue sir Thomas Phillips, quien llegó a ser conocido como el “barón de la bibliomanía”. La obsesión del barón no conoció límites, y se extendió no solo a los libros, sino también a los manuscritos. En el contexto de las guerras napoleónicas, en la que había mayor disponibilidad de libros antiguos y manuscritos, Phillipps también hizo sus adquisiciones viajando por todo el continente. En 1869, escribió en broma: “¡Estoy comprando libros impresos porque deseo tener una copia de cada libro del mundo!”. Aunque a juzgar por los más de 60 mil manuscritos que atesoró, quizá no era tan en broma
La disponibilidad de libros y manuscritos aumentó en Europa con las guerras napoleónicas. Irónicamente -o no- “Bibliomanía” o “La locura del libro: un romance bibliográfico” de Dibdin fue también un título popular entre los coleccionistas y las víctimas de la bibliomanía. En cualquier caso, con el tiempo, el término de bibliomanía dejó de ser tan oscuro como lo pintó Dibdin y según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la bibliomanía es una “propensión exagerada a acumular libros”.