PEDAZOS DE VIDA
Nació con la luna llena y dicen que su “toná” era un tlacuache, le pusieron de nombre “Balduino”, quizá sabían por qué, pero cuando a mí me contaron su historia no supe cuál fue la causa para que los padres decidieran llamarlo así. Él creció fuerte y robusto, tenía una altura mayor al promedio del pueblo, sin embargo lo que más llamaba la atención era su mirada profunda y el color que en sus ojos habitaba.
Cuando mi bisabuelo recibía a Balduino por las noches, no permitía que nadie más estuviera en la estancia. De hecho pocas veces lo dejaba entrar para que pudieran concretar sus negocios, mi abuela no imaginaba que el extraño visitante que iba de vez en vez fuera el mismo muchacho que luego veía en la plaza acompañado de doña Inés, su madre.
Mi abuela dice que al inicio pensaba que se trataba de un ladrón que iba y venía con sus motines de cada día, porque con cada visita que hacía a la casa, amanecían objetos nuevos en la mesa de su papá; a veces eran gallinas las que se multiplicaban en el corral, y una vez hasta un puerquito que le pidió mi bisabuelo, le llevó el hombre de quién no se sabía nada.
Doña Jovita, mi abuela, me contaba esta historia, y sus ojos se convertían en velas encendidas que movían sus flamas conforme la emoción se desbordaba en su narración, me decía que aquella noche que pudo espiar a su papá supo que Balduino era quién hacía esas visitas en plena madrugada, además de que fue la primera vez en que se fijó, desde el ojal de la puerta, en los preciosos ojos que tenía el muchacho.
De la muerte de mi abuelo se habla poco, dicen que mataron a su toná y con ella mataron también su alma, que dejó de comer y pronto se fue muriendo, se habla poco de cómo era y también se habla poco de su nombre…
Hoy falleció mi abuela, me dijo que me tenía que encontrar, que pronto comenzaría a cambiar, que me haría hombre y que tenía un gran regalo que me había dejado el abuelo en un lugar en dónde nadie más podría buscar, antes de cerrar sus ojos pidió que me acercara que me tenía que contar, mis tíos lloraban y mi mamá también, nadie más alcanzó a escuchar lo que me dijo al oído.
-Me dijo que me quería-, les dije, y me creyeron. No se puede desconfiar del nieto al que siempre consintió, al nieto elegido, al que siempre consideró.
¿Y si es cierto lo que me dijo la abuela? ¿Y si es cierto que yo soy el siguiente? Balduino era su nombre y el tlacuache era su toná, ahora yo tenía el regalo de su legado, mi abuelo también era nahual…