Baches espectaculares

Baches espectaculares

EL FARO

La temporada de lluvias actual está teniendo, de momento, un ritmo particular. Ha estado lloviendo, casi de manera regular, desde hace semanas, aunque en las costas del Pacífico apenas se asoman los primeros huracanes. Para esta situación los especialistas tienen razones que puedan explicarlo.

Mas un efecto colateral que todas las temporadas ocurre es el renacimiento de los baches que cada uno de nosotros conocemos en las calles que más transitamos. Ya en otra columna habíamos aligerado la carga de coraje que se tiene mientras se maneja con la celebración solidaria del cumpleaños de los socavones que habitan y rehabitan nuestra ciudad. Actualmente no es la excepción. Este sentimiento se agudiza durante una parte del año.

Esta realidad no es nueva. Ya la conocemos y cuando tenemos humor, hasta nos reímos de ella, aunque sea en nuestro perjuicio. Reímos mientras no tenemos que llorar o hacer corajes. Como en otras muchas circunstancias de la vida tal y como la enfrentamos en México. 

Aún los baches son chiquitos, apenas están asomando sus tiernos bordes de leche, amenazando más que destruyendo llantas de carro. Mas desde lo alto de los espectaculares, este año, desde hace relativamente poco tiempo, los baches, nuestros cotidianos, se sienten observados por unos personajes impresos que antes no conocían. Son las corcholatas, bueno, algunas de ellas. Ellas son quienes, desde lo alto, atestiguan el crecimiento sano y robusto de los baches callejeros.

Sin embargo, quienes presencian curiosos esta escena de admiración, los humanos, nos preguntamos por los motivos por los que sí es posible que haya espectaculares más grandes que los hoyos en el suelo. No entendemos el por qué existe esta discriminación entre unos y los otros. 

Se ha invertido dinero, y en abundancia, para forrar toda la ciudad de espectaculares. Después de que, sin aviso previo, las bardas de todo el estado aparecieran pintadas con ánimos para los candidatos, nos amanecimos con una auténtica saturación de anuncios de los tres principales contendientes a la candidatura presidencial, los llamen como los llamen. ¿De dónde habrá salido tanto dinero? ¿Quién será tan generoso como para donarlo para adornar la ciudad tan bellamente? ¿A quién o a quiénes les sobrará tanto recurso como para darnos a los demás el gusto de tener a estos rostros mirándonos desde lo alto? 

Por supuesto, lo más seguro, es que los dineros no habrán salido de los impuestos de los pocos que mirábamos el espectáculo de los hoyos nacientes y los espectaculares imponentes. Como todo el dinero público está etiquetado y controlado por los “candados“ de la ley, máxima cuidadora de los intereses del bien común, no hay motivo para pensar en otro origen del dinero espectacular que la generosa donación de particulares que desean compartir con todos sus insondables recursos financieros.

Observando con ojos de inocencia pueril la escena que describíamos más arriba, no queda sino lamentarse y sentirse mal porque los pequeños socavoncitos nacientes no tengan los mismos derechos financieros que los mastodónticos espectaculares. No es justo que los agujeros que vivían ya en nuestras calles y seguirán haciéndolo en el futuro, no puedan crecer al mismo ritmo y con la misma rapidez que sus espectaculares vecinos.

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