
PEDAZOS DE VIDA
I
No importa saber cómo lo hizo. Nadie notó el cambio. Siempre fue un alma jovial, alegre y disponible para todos, siempre fue así. Y quizá nadie notó el cambio, porque no fue hacia afuera. Por dentro, la presión era demasiada, la respiración se complicaba a cada paso y al final, ya no pudo más. Encontraron su cuerpo un día después a pesar de que todos notaron su ausencia.
II
Es la silla principal, siempre se ha sentado aquí, mira, aquí se ve que se quebró y la mandó a arreglar, por eso esta parte se ve descolorida. Ahí se sentaba el abuelo, me acuerdo que cuando falleció, la abuela le dijo al Quino y a la Mary que se la llevaran a la cocinita, el cuartito ese que con el desuso del fogón, se convirtió en bodega, y ahí se quedó unos días, luego cuando tuvo el sueño, mandó a que la regresaran a su lugar.
Nadie pudo sentarse en ella, más que la abuela, persona que ocupaba el lugar principal de la mesa. Se caía inesperadamente, por eso nadie más la volvió a utilizar, solo la abuela que sentía la presencia del abuelo, la podía ocupar.
Por eso nadie se atreve a sentarse, quizá debamos regresarla a la cocinita y como sucedió con la abuela, esperar a ver quién tiene el sueño para saber el nombre del heredero o heredera, a menos que queramos sentarnos de uno en uno y esperar a ver a quién no tumban los abuelos.
III
Aquí te quedaste, en los olores a las hierbas que le ponías a los caldos, en las palabras sabias que hasta hoy, quizá muy tarde, comprendí; te quedaste en los genes de cada gota de mi sangre y cada pedazo de mi carne; estás en el color de mis ojos y dicen que en la forma de mi nariz que fue una copia de la tuya y aún así estando aquí con todo esto, tu ausencia sólo es y ya…