De acuerdo con Alí Ruiz Coronel, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y especialista en el tema, la vida en situación de calle tiene características complejas
Aurora es una muchacha de 16 años que quedó embarazada, ante prejuicios morales, la ira e incomprensión de padres y hermanos, se vio obligada a abandonar su hogar. Ahora pernocta debajo un puente vehicular, junto a otros jóvenes.
¿Quiénes más integran la población que vive en situación de calle, es decir, que realizan sus actividades de supervivencia en el espacio público de las urbes? Entre otros: niños y niñas que sufrían trato violento y/o abuso sexual en su casa y huyeron de ella; personas con preferencias sexuales distintas repudiadas por sus seres queridos; adultos mayores jubilados, sin familia, que perdieron su vivienda por un embargo, un incendio, una inundación o un sismo; migrantes (nacionales e internacionales) que lograron llegar a la capital, pero no han encontrado trabajo.
De acuerdo con Alí Ruiz Coronel, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y especialista en el tema, la vida en situación de calle tiene tres características que lo hacen fenómeno social complejo.
“Es multicausal: lo origina no una sola, sino un conjunto de causas, por ejemplo, ser pobre, migrante y étnicamente diferente; implica proceso, con fase de riesgo, una fase inicial y una fase de arraigo en que la persona asume, como parte de su identidad, el hecho de ser de la calle; y es relacional: se da a partir de la interacción del individuo con su entorno social y natural. Por eso resulta tan difícil abordarlo científicamente”, apunta.
Fenómeno social urbano
La vida en situación de calle es un fenómeno social netamente urbano. ¿Por qué? Porque, a diferencia de lo que ocurre con la gente de localidades pequeñas, que se conoce, interactúa con frecuencia y establece lazos afectivos muy sólidos, los habitantes de las urbes interactúan de manera superficial, breve y anónima, lo cual da como resultado que sus frágiles vínculos se rompan fácilmente.
“De acuerdo con el sociólogo alemán Georg Simmel, frente a la extraordinaria cantidad de estímulos que hay en las ciudades, sus habitantes adoptan lo que denominó una actitud blasé: se vuelven insensibles a ellos. Es como una estrategia de supervivencia, pues si, por ejemplo, valoráramos en toda su magnitud la tragedia que representa cada niño o joven limpiaparabrisas que vemos, seguramente llegaríamos a un punto en que ya no podríamos salir a la calle. Son tantas las cosas que nos tocan y no podemos cambiar, que adoptamos esa actitud insensible”, apunta Ruiz Coronel.
Censar a las personas que viven en situación de calle es una empresa casi imposible. La metodología es inadecuada, sobre todo porque casi todas se empeñan en ocultarlo o, de plano, no hablan de ello, pues no se enorgullecen de vivir así.