PIDO LA PALABRA
• Poco más de un año desde que se inició esta aventura, y creo que es tiempo más que suficiente para demostrar que la fuerza positiva del Estado es superior…
Cuando se inicia una nueva etapa de lo que sea, es obvio que se van a presentar errores, correcciones, declaraciones apresuradas, muchos temores y hasta “palos de ciego”; pero todo ello es producto natural de pasar de la parte teórica de la planeación, a la parte práctica de la ejecución.
Esto es precisamente lo que ha estado sucediendo con la administración pública del País; se dejó de ser oposición para convertirse en Gobierno. Situación que pesa, sobre todo en la parte de los compromisos de campaña, más aún cuando los principios y la ética nos dicen que lo que prometimos debemos de cumplirlo; no olvidemos el “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.
Lo lamentable es que algunos sectores dan la impresión de que aún siguen en campaña y se siguen sintiendo oposición. Otros más, se vuelven intolerantes ante acciones que en antaño eran justificadas solo por hacerlos ellos mismos, pero ahora que los hace la oposición, se desvirtuan movimientos y se minimizan las causas.
Poco más de un año desde que se inició esta aventura, y creo que es tiempo más que suficiente para demostrar que la fuerza positiva del Estado es superior a la de aquellos que por muchos años se sirvieron del pueblo a través de la manipulación de resultados; ojalá y no se vaya a cometer el mismo error nuevamente, pues cada que escucho que todo se va a resolver, me quedo con las ganas de escuchar los cómo y los cuándo.
Otro error sería querer ser el protagonista de la historia, pues el personaje central siempre debe ser el pueblo, al que se le debe escuchar, pues cuando éste grita o se queja es porque algo le duele; ignorarlos para “no hacer el caldo gordo” equivale a hacerles un fondo de resistencia que posteriormente sacarán para cobrar más fuerza.
Como mexicano bien nacido, aunque mal alimentado, debo conceder el beneficio de la duda, y pensar que las acciones de la actual administración federal son de buena fe; pero como todo en la vida, no basta la buena fe para cambiar el rumbo, es necesario que la filosofía de gobierno sea compartida por todos aquellos, que, sin perder la facultad que otorga la división de poderes, también llegaron al Congreso cobijados por la misma tendencia política.
No se trata de que Diputados y Senadores se conviertan en “levanta dedos aprueba todo”, pues esa actitud los descalificaría de inmediato y se convertirían en una nueva versión de lo que en su momento criticaron; mayoritear no es sinónimo de democracia.
Cuando se está en proceso de aprendizaje, se habrán de dar muchos topes en la pared, pero no importa mientras se reconozcan los errores y de inmediato se corrija; lo preocupante sería que dichos errores en realidad no lo fueran, y solamente sean una especie de “haber si es chicle y pega”.
Queremos un cambio, ojalá sea para bien; me niego a llamarle cuarta transformación, pues la política y sus efectos deben ir transformándose de tracto sucesivo. Se necesitaba un revulsivo, ya lo tenemos. Ahora solo nos resta ir todos en la misma dirección y no solo pensar en sectores de la población que representen votos a futuro; no olvidemos que entre la democracia y la demagogia existe un pequeño hilo que responde a las intenciones de fondo.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.